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Negocios obsoletos

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Francisco Herrero

Lunes, 27 de julio.
La Administración
Son las nueve de la mañana y me dispongo a tomar el coche. Me espera un largo día de volante. Hoy acaba el plazo para presentar unos papeles ante la Administración Púbica y, como paradigma de la nueva normalidad, solo pueden entregarse de forma telemática. Se necesita un certificado digital para acreditar la identidad y listo. Sin embargo, carezco de ese fichero imprescindible. Me di cuenta a mitad de la semana pasada. Y por eso inicié los trámites para obtenerlo.
La pared de roca con la que choqué fue la de la cita previa en la Administración General del Estado. Busqué alguna oficina disponible en Teruel. En Zaragoza. En Huesca. En Guadalajara. En Cuenca. En Castellón. En Valencia. En Madrid. Todas me daban turno para el mes de agosto. La sucursal de Calatayud era la única con cita en julio, aunque ya fuera de plazo. Desesperado, consulté en Navarra. Y allí sí podía elegir día y hora. Cuando quisiera. Ya.
Tengo la sensación de que la nueva normalidad en la Administración tiene demasiados vicios de las viejas costumbres. Por el momento, me aguanto, me pego una paliza de conducción y mientras me quejo. Porque imagino que en la nueva normalidad todavía hay derecho al pataleo.

Martes, 28 de julio.
Los conciertos
Operación Triunfo ha dado carpetazo a la edición de 2020 con varios conciertos en Madrid con más de mil asistentes por sesión para un estadio con capacidad muy superior. Los espectáculos culturales de masas quieren simular que pueden resistir en la nueva normalidad, pero han ingresado en cuidados intensivos sin que se sepa cómo será su evolución.
El aislamiento personal que subyace tras la nueva normalidad es incompatible con los recitales multitudinarios que tan de moda se pusieron en los últimos tiempos, cuando vender arte en formato físico dejó de ser negocio. Si nadie compra soportes tangibles y vivir experiencias únicas es un riesgo, ¿supondrá la nueva normalidad el renacimiento del mecenazgo, donde unas pocas personalidades con gusto sufragaban los costes de una cultura selecta?.

Miércoles, 29 de julio.
Los bancos
El Banco Santander ha perdido entre abril y junio 10.798 millones de euros, más o menos el doble del presupuesto de nuestra comunidad autónoma para 2020. Aporto el dato para entender mejor la magnitud. Huele a muerto desde la distancia, aunque la publicidad de la entidad en el digital Vozpópuli insista en que planta cara al virus porque es “una de las compañías a nivel mundial que mejor ha sabido reaccionar frente a la pandemia”. Teletrabajo, solidaridad y apuesta por los hoteles, restaurantes y cafeterías han sido las señas de identidad del banco desde marzo. Y a pesar de todo tiene unos números rojos de 10.798 millones de euros, más de cinco veces el presupuesto de la sanidad pública aragonesa para 2020.
La nueva normalidad apunta a la desaparición del dinero en moneditas y billetitos. Y para los pagos con tarjeta, teléfono, reloj o lo que quieran inventar no hacen falta bancos mastodónticos con hipotecas del pasado. Queda por ver si eso del demasiado grande para caer es cierto o no.

Jueves, 30 de julio.
Las residencias
La tranquilidad sanitaria de la residencia de personas mayores de Burbáguena ha estallado. De repente nos hemos enterado de decenas de contagios y un par de fallecimientos en ese centro asistencial. Habíamos puesto la vista en la juventud, en su modo de vivir y de divertirse, pero habíamos olvidado que quienes mueren por el coronavirus suelen tener ya cierta edad. Y la mayor parte vive en recintos compartidos. Los asilos, tal y como los hemos entendido hasta ahora, no sirven. No hay medias tintas para explicarlo.
La nueva normalidad se empeña en que el negocio asistencial existente, con ciertos retoques estéticos, es válido. Pero la realidad es tozuda. Las soluciones para quienes se alojan en estos centros tienen poco que ver con las que se aplican al resto de la sociedad. Ahora, hace tres meses y mucho antes.

Viernes, 31 de julio.
Las discotecas
Anoche reabrió la discoteca Mya de Valencia. El fin de semana pasado tuvo que cerrar porque se descubrió un brote de coronavirus con una docena de contagios entre el personal. Nunca he entrado a Mya. La única vez que estuve a punto de dar el paso fue cuando asistí al primer Congreso de Jóvenes Cooperativistas, del que ya di cuenta hace año y pico en estas páginas, y salimos escopeteados cuando nos explicaron lo que costaba la entrada. Cualquier lugar sirve para divertirse un rato sin necesidad de tanto glamur.
La normativa de la nueva normalidad ha impuesto maneras innovadoras de comportarse en las salas de fiesta: uso obligatorio de mascarilla, imposición de permanecer en un asiento y no bailar, respeto estricto de la distancia interpersonal a metro y medio o más… Los límites modernos cambian el concepto de discoteca que he conocido. A la disco se va a lo que se va, digo yo. Y si ya no sirve para mezclarse con gente diferente, tiene poco sentido. Pero las empresas del sector se empeñan en vendernos que lo vamos a pasar mejor que nunca. Sospecho que haciendo caso omiso de los reglamentos actuales, porque si no, no lo entiendo.

Sábado, 1 de agosto.
Los taxis
Desde el mes de marzo no he montado en ningún tipo de transporte público. Hoy he descubierto que los taxistas de Barcelona están en las últimas por la falta de turistas y por el escaso movimiento de quienes residen en la ciudad. Son malos tiempos para el transporte de masas. En cambio, dicen que la venta de patinetes eléctricos y bicicletas ha ido al alza; han aumentado el precio y en algunas tiendas se han llegado a agotar, al igual que las piscinas desmontables para la terraza.
La nueva normalidad en trenes, autobuses o aviones es, más que nunca, intentar el hacinamiento de siempre, pero con mascarilla. Aquí hay gente, por un lado, dispuesta a aceptar el reto y quienes, por otro, tienen miedo porque se fían poco de los filtros que purifican el aire y lo renuevan cada pocos minutos. Al parecer, el segundo grupo es mayoritario. Como ejemplo, la empresa gestora aeroportuaria en España ha calculado esta semana que no se recuperará el tráfico de aviones de 2019 hasta dentro de cuatro o cinco años. Por lo menos. Los usos y costumbres del futuro apuntan a una vuelta al vehículo privado, en apariencia.

Domingo, 2 de agosto.
Los bares
Discutía hace unas semanas sobre la obligatoriedad de la mascarilla en casos como, por ejemplo, un paseo solitario por el monte. Me razonaban que era una vergüenza ver algunas terrazas de los bares en esta nueva normalidad y que había que aplicar mano dura en todos los casos. Y yo respondía: “El problema es que en la terraza del bar no será obligatoria la mascarilla”. Lo que se confirmó, ha servido para que arrecie el dedo acusador hacia los bares y se escuche que debieran clausurarse. La opción de evitar esos lugares de riesgo, de forma voluntaria, no se concibe.
El miércoles aprobamos en la asamblea del concejo abierto de Aguatón, sin votos en contra, el cierre del centro social hasta nueva orden, incluido lo que conocemos como “el bar”. Había una propuesta muy pensada, basada en el uso responsable y la seguridad, pero la tesis prohibicionista ha podido con todo. Al final, lo único que conseguirá la nueva normalidad es, poco a poco, aislarnos cada vez más.

LA FOTOGRAFÍA DE LA SEMANA

La plaza principal de Tafalla, en Navarra, está trufada de comercios tradicionales. Bueno, de los restos de lo que fueron tiendas. Porque la gente de la vieja normalidad dio la espalda al minorista de toda la vida por el centro comercial fresco y divertido. El tránsito hacia la nueva normalidad ha propiciado que Amazon haya tenido un beneficio de 4.426 millones de euros en el segundo trimestre de 2020. Descansa en paz, galería comercial.