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Juanjo Francisco

En España, según datos recogidos en el año 2017, hay 18,47 millones de hogares, casi 70.000 más que un año antes, pero ojito, que uno de cada cuatro, están compuestos por personas que viven consigo mismas: solas. Y casi dos millones tienen ya más de 65 años.
Me resulta un tanto paradójico que en plena época de fulgor de las redes sociales, donde cada propio cuenta con centenares de “amigos” con los que compartir desde la pasta de dientes preferida al plato de ensalada más tonificante, todo en imágenes claro, la frialdad del uno, del único, se abra paso entre la masa humana. Ya no se trata tanto de recordar como un mantra lo de la amenaza de la despoblación, que es la nada, como de constatar la certeza del triste final que proporciona la soledad. Mientras te ves reflejado en los sentimientos y conflictos con los demás, tu existencia parece que adquiere más consistencia moral y física.
Algo que, a juzgar por el mismo estudio estadístico citado antes, tienen mucho más presente ellos que ellas. Los primeros, conforme avanzan en edad se van volviendo, o más sociables o más caguetas porque buscan remedios por todos lados para evitar vivir en soledad. Ellas, sin embargo, afrontan ese estado de vida con más valentía, supongo, o decisión más firme porque son más frecuentes las mujeres solas a partir de cierta edad que los hombres.
Tal vez en un intento de ir retrasando esa sensación de soledad que puede atenazar, la gente se lanza ahora, mientras está en la plenitud de la vida, a compartir, difundir, opinar, criticar, alabar, aplaudir, cualquier gesto del otro, todo sea por interactuar en sociedad.
Y es que más allá de la típica búsqueda del uno mismo, que si lo llevas a la máxima expresión en tu adolescencia acabas siendo un rarito y no te comes un colín, el personal busca afectos y complicidades por sistema. Y si además se plantea lo que ahora también se llama proyecto de vida en común, pues estupendo.
A los poetas que cantan las maravillas de la soledad los querría ver yo al caer una tarde de invierno, en un cualquier carasol de un pueblecico serrano turolense...pura vida, vamos, que también se dice ahora.