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Los calcetines de perlé Los calcetines de perlé

Los calcetines de perlé

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Yo hice la Primera Comunión con uno de mis hermanos. El caso es que la mañana del evento comprobamos que, además de unos pantalones cortos y un jersey de pico, la indumentaria incluía unos calcetines de perlé, muy de moda por aquel entonces. 

Y no, por ahí no íbamos a pasar. No iban esos calcetines con nuestro estilo moderno y desenfadado de finales de los setenta, cuando lucíamos un pelo-casco parecido al de los Beatles.

Que nadie piense que el asunto de los calcetines es una anécdota. Para nosotros, aquello era una cuestión de Estado y de principios. No íbamos a consentir salir en las fotos con unos calcetines que no nos gustaban un pimiento. 

Así que en mi casa, horas antes de ir a las monjas de abajo, ese sitio donde te vendían un cucurucho de recortes por 1 peseta, se convocó un gabinete de crisis.

En la mesa de la cocina, donde lo mismo se hablaba de política que se planificaban las próximas vacaciones, nos sentamos el Gobierno de mi casa (liderado por mi madre en coalición con mi padre) y la oposición (mi hermano y yo). Otros grupos políticos (el resto de mis hermanos) pasaron del asunto, porque estaban a sus cosas.

Le explicamos al Ejecutivo que “antes muertos que con calcetines de perlé” y el Gobierno contraatacó con un: “O calcetines de perlé, o no hay Comunión”.

El debate se encarnizó. Amenazamos con no presentarnos en la iglesia y mis padres nos recordaron que, si eso ocurría, tendríamos que devolver los regalos, incluido el enorme reloj blanco que me regaló mi padrino.

Mientras mis padres fumaban y tomaban café, mi hermano y yo intentábamos hacerles entrar en razón, argumentando que aquellos calcetines iban a acabar con nuestra reputación. Poco antes de la hora límite, el Gobierno de mi casa cedió ante nuestras presiones, aceptó bajar a comprar unos calcetines más discretos y nosotros dijimos sí a tomar la Comunión.

Esos calcetines de perlé se fueron a la basura con una importante enseñanza. Siéntate en la mesa con ganas de negociar. Lo mismo por unos calcetines que por un país que corre el riesgo de irse a la mierda.