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Enfados confinados Enfados confinados
EFE/Emilio Naranjo

Enfados confinados

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Juan Corellano

Las balas de un segundo confinamiento me han pasado silvando. Como residente en Madrid, el pasado viernes saqué el cartón, las gafas de cerca y me dispuse a ver la rueda de prensa de nuestra señora presidenta, Isabel Díaz Ayuso, para ver si a mi barrio le había tocado el bingo otra vez. 

Esta vez he conseguido librarme, pero otras 37 regiones de la capital, en su mayoría barrios humildes del sur, no han tenido esa suerte. Barrios desbordados por, según nuestra señora presidenta, el “modo de vida que tiene nuestra inmigración”. Ese mismo día, vecinos de Carabanchel o Vallecas, entre otros, salieron a la calle a protestar contra estas nuevas medidas que aspiran a frenar el descontrolado avance del coronavirus en la comunidad. 

Muchos apuntaron a un agravio comparativo, asegurando que se han dejado libres de restricciones otras zonas céntricas igual o más afectadas por el virus. Otros muchos ven unas medidas tardías y, sobre todo, insuficientes. Caso aparte fue la interminable y caótica rueda de prensa con la que se comunicó esta decisión, en la que hubo tiempo para darnos a elegir entre ser vacuna o virus, pero no se pudo conocer la lista detallada de áreas confinadas hasta que a un periodista le dio por preguntar después. 

Sin entrar a valorar el nulo tino de las restricciones, que aprietan más a los parques que a las casas de apuestas, el enfado de los barrios sureños de Madrid parece tener un poso bastante más profundo: la confirmación definitiva de que las crisis –sean sanitarias, económicas o las dos juntas– siempre las acaban pagando los mismos. 

Porque además la sal cae en una herida todavía abierta, la de la crisis financiera de finales de la pasada década y comienzos de la actual. Estos ciudadanos presencian la fusión entre CaixaBank y Bankia en su renovado confinamiento mientras les dicen que ya veremos lo que pasa con aquel dinero que en su día prestaron a la segunda entidad para enmendar sus desfalcos. 24.000 millones de los que solo se han devuelto unos 3.000, calderilla. “No es confinamiento, es lucha de clases”, gritaban este fin de semana en las manifestaciones. Los ecos de nuestro pasado les responden: “Es el mercado, amigo”.