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Grupo Psicara

Por Jessica Esteban Arenas

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. Coincidiendo con la celebración del Día Mundial de la Salud Mental el próximo 10 de octubre, es muy buena oportunidad aprovechar este espacio para tratar un tema que todavía, en pleno siglo XXI, sigue siendo tan señalado: los problemas de salud mental. Destapar mitos extendidos en nuestra sociedad como “¡si una persona va al psicólogo es porque está loca!” o resolver algunos interrogantes como ¿por qué nos cuesta tanto pedir ayuda?, son algunos de los temas que se abordarán en este artículo cuyo fin principal es desestigmatizar y visibilizar. ¡Allá vamos!

El lenguaje es la vía a través de la cual nos comunicamos y refleja e influye en nuestra manera de pensar; por ello, desempeña una función muy importante en nuestra vida. En este sentido, a lo largo de todo este artículo utilizaré la expresión “problemas de salud mental”, ya que no carga tantas connotaciones negativas y permite naturalizar que los problemas también aparecen en este dominio. 

Antes de meternos en materia, me gustaría que pensaras en cuatro personas con las que tengas un vínculo afectivo: pueden formar parte de tu familia, tus amistades, compañeras de clase, del trabajo… del grupo social que tú quieras, pero que sean personas “de confianza”, para entendernos. Solamente cuatro personas. Tómate el tiempo que necesites en seleccionarlas, no hay prisa. Cuando las tengas, imagínate que las tienes delante. Y ahora te voy a decir: “1 de cada 4 personas puede sufrir un problema de salud mental a lo largo de su vida”. Como ves, no hace falta irnos muy lejos para toparnos con alguien que presente un problema de salud mental, 1 de esas 4 personas que te habías imaginado podría estar viviendo con alguno de ellos. 

En ocasiones, cuando conocemos a alguien con algún problema de salud mental nos preguntamos “¿Y de dónde viene esto?”, intentamos buscar el origen, pero es algo muy complicado ya que, generalmente, no es solo un motivo el que lo desencadena, sino que es un cóctel de factores. Por un lado, la biología, que hace que algunos problemas se presenten más en unas familias que en otras (aunque nuestra familia no lo tenga, nosotros podemos tenerlo debido al resto de factores); por otro, el entorno social; y, por último, nuestras propias características personales y experiencias vitales, así como las situaciones estresantes que vivimos.

Estos problemas, de los que no estamos exentos de experimentar en algún momento de nuestra vida, no solo derivan en una serie de consecuencias propias, sino que también van acompañados de un gran estigma social. Y puede que ahora mismo te estés preguntando “¿Estigma? ¿Qué significa eso?”. Pues bien, el estigma social se refiere a la atribución de cualidades negativas y despectivas sobre un colectivo de personas. Su base es el miedo o el rechazo producido por aquello que se considera “raro” o diferente. Puede manifestarse en nuestras creencias aprendidas socialmente, lo que se denomina estereotipos; los más frecuentes en el ámbito de la salud mental son referidos a la peligrosidad, la violencia o la incapacidad. Cuando éstos se activan pueden hacer que tengamos ciertas actitudes que nos disponen a actuar de manera generalmente negativa hacia ese colectivo, que toman el nombre de prejuicios, por ejemplo, reacciones emocionales de miedo, temor o desconfianza. Todo esto nos lleva a comportarnos de una determinada manera, por ejemplo, en forma de rechazo, es lo que se denomina discriminación y es sufrida aproximadamente por el 90% de las personas que tienen un problema de salud mental. 

Ese 90% puede ser la justificación del interrogante: ¿por qué nos cuesta tanto pedir ayuda? Como decíamos, la base del estigma es el rechazo a lo diferente, y para explicarlo lo ilustraré con un ejemplo. Supongamos que a los ojos de los demás me va todo “estupendamente”, pero yo dejo de experimentar las emociones que se esperaría que sintiese (alegría/felicidad). Por parte de la sociedad, esto se va a considerar como algo extraño (puesto que, en teoría, “tengo todo para ser feliz”) y puedo llegar a sentir culpa o vergüenza por sentirme así. Y debido a esto, seguramente me costará decir “necesito ayuda” o “esto me rebasa”. 

Otros datos alarmantes y que de veras han de preocuparnos tienen que ver con el porcentaje de estas personas que no reciben ayuda profesional: en Europa y Estados Unidos esta cifra se sitúa entre el 52 y el 74%. Estos datos pueden explicarse, en parte, por el estigma asociado del que venimos hablando. Por ello, es fundamental concienciar a la población y visibilizar y normalizar este tipo de problemáticas, combatiendo el estigma social del que van de la mano. Una manera de hacerlo es desmontando falsas creencias que, lamentablemente, están muy arraigadas en la sociedad, así que ¡que empiece el juego!

“Si una persona va al psicólogo es porque está loca”. No hace falta “estar loco” (como popularmente se dice) o tener un problema excesivamente grave para acudir a un profesional de la psicología. Pueden ser diferentes los motivos que nos llevan allí: dificultades en el estudio, conflictos en la relación de pareja, miedo a algún animal, nos gustaría sacar partido a nuestras capacidades o adquirir habilidades sociales, problemas con el consumo de sustancias, etc. o simplemente la intención de realizar un trabajo personal.

“Ir al psicólogo es de débiles”. A lo largo de nuestra vida nos enfrentamos a diversas situaciones que, en algunas ocasiones, sobrepasan los recursos que tenemos y no podemos hacerles frente solos. En esos momentos, dar el paso de buscar ayuda, es una gran muestra de valentía para afrontar esas situaciones.

“Las personas con problemas de salud mental no son capaces de llevar a cabo un oficio”. Con frecuencia, estas personas son estigmatizadas en sus puestos de trabajo ya que son vistas como incapacitadas, e incluso pueden llegar a perderlo. Sin embargo, en la mayor parte de los casos, con el correcto apoyo y herramientas, las dificultades que experimentan al trabajar pueden ser superadas.

Otra manera de contribuir en la reducción de este estigma consiste en dar voz, visibilizar y concienciar sobre estos problemas. Un claro ejemplo lo podemos encontrar en uno de los episodios del programa Salvados, donde el periodista Jordi Évole se reunió con varias personas que habían vivido con depresión en primera y tercera persona. Entre esas caras, pudimos reconocer la del cantautor Iván Ferreiro o el futbolista Andrés Iniesta. Asimismo, María Hernández, Angy Fernández, Pablo Alborán o Rayden son algunos de los personajes que han reconocido públicamente que en algún momento de sus vidas han vivido con algún problema de salud mental, como depresión o ansiedad. Han ayudado a normalizar estos problemas y a mostrar las vidas que se esconden tras la máscara de felicidad a la que muchas veces nos vemos obligados a mostrar en las redes sociales.

Y, ahora, ¿qué puedes hacer si 1 de esas 4 personas necesita ayuda? Lo más importante, muéstrale tu apoyo y cercanía; pregúntale cómo está, no tengas miedo a su respuesta; escúchala, deja que se desahogue contigo; tiéndele tu mano para caminar en este proceso. Muchas veces, simplemente con dejarle su espacio y con transmitirle que estás ahí puede ser suficiente. Porque ese 1 de cada 4 no es solo una estadística, son personas.

“Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo” Eduardo Galeano.