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Se puede Se puede

Se puede

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Javier Lizaga

Nada me pone más triste que los políticos se pongan de acuerdo, es el primer indicativo de que la cosa se pone fea, de que por una semana van a dejar de hacer el gilipollas y de fingir. Los macarras de clase siempre te pedían los apuntes la semana antes del examen. Permiso para ironizar, porque de lo real ya lo saben todo. Empezamos sacando pecho antes del Puente y ahora andamos contando las camas libres en el hospital. Primero Di caprio gritando soy el rey del mundo y luego sálvese quien pueda. 
Me aterroriza el pesimismo generalizado, y no hablo del VAR, hablo de la VIDA. Piensen por ejemplo que esto nos pasa en los 90. Imagínense martilleando el cerebro a base de cintas de Obk, Duncan Dhu y Alejandro Sanz y escuchando Máquina Total, para animarnos. Hubieramos reventao el pc fútbol, nos hubieramos puesto algun documental de la 2 y hubieramos rezado para que aumentaran las horas de las mamachicho. A nuestra chica le hubieramos escrito cartas de papel, que yo tuve una novia por carta un verano y cuando volvió del pueblo la dejé por agotamiento. En fin. A los que se quejan que les corten Netflix.
Tengo cual joya un libro escrito por corresponsales de prensa extranjeros sobre España. En “Vaya país” sobrevuela una sensación de absurdez y estupefacción que se ilustra con la escena, evocadora para mí, de chafar al andar cabezas de gambas en un bar. Cuentan que la primera pregunta de los extranjeros es “¿cómo pueden vivir durmiendo tan poco?” y me encanta el horror de una madre francesa cuando ve los carros de bebé a las doce en una terraza “acostumbrándose a ser sociables”.
Me gustaría que esto dejara de ser un Barsa-Madrid donde cada uno tuerce la historia para salir ganando, prohibiría la frase “no tiene sentido”, porque igual lo que no tenemos es aguante, nada más asqueroso que la gaseosa sin gas. Tan absurdo como un presidente que no quiere decir “toque de queda”. Pues tocados, sin barras y en casa, se puede. Se pueden retomar cursos que dejamos a medias, aficiones perdidas, excursiones postpuestas, libros pendientes, series recomendadas, juegos inventados, echar unas canicas o convertir, de vez en cuando, una visita a los padres en un acontecimiento, no en una costumbre. Arrea jacta est, como dicen los buenos ermitaños en el libro de Santiago Lorenzo.