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Troll Troll
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Elena Gómez

La cosa está delicada, ha llegado el momento de volver a hacer vida casera. Bueno, en realidad yo sigo en el mismo sitio que el 14 de marzo. Estoy bien, no se preocupen, salgo de vez en cuando a que me dé el aire y el sol para preservar mi salud en lugar de empeorarla. Por lo demás, vivo un continuo Día de la Marmota.
La vida se ha convertido en algo tan rutinario que se me ha pasado el año casi sin darme cuenta. Menos mal que tengo la escritura como salvavidas y no han dejado de surgir oportunidades para seguir disfrutando de ella, a pesar de aquel bloqueo inicial. Pero a veces me pregunto cómo será la vuelta a la normalidad, y cómo veré a los demás después de tanto tiempo. 
Lo que sí tengo claro es que a mí me verán distinta, porque uno de los efectos secundarios de esta existencia hogareña dilatada en el tiempo está siendo la dejadez y, ahora mismo, la imagen que me devuelve el espejo cada mañana es la de un troll.
Por eso, lo primero que haré cuando todo esto pase (porque tiene que pasar) será un repaso completo de chapa y pintura. Necesito un buen corte de pelo y de paso esconder algunos molestos signos de la edad, una minuciosa sesión de láser para eliminar a esos amiguitos que se han quedado a vivir en mi cuerpo sin mi permiso, un dermatólogo eficiente que de un repaso a pequeñas arrugas y manchas desaprensivas, y un nutricionista que me enseñe a deshacerme de los daños colaterales del encierro.
¿Será ese momento del reencuentro como en la película Sommersby, cuando el marido regresa de la guerra y su mujer tiene que disimular porque no lo reconoce? ¿O reaccionarán mis seres queridos como la Penélope de la canción de Serrat que, con los ojos llenitos de ayer, no recordaba así la cara y la piel de su caminante amado?
Estoy exagerando un poco, lo sé… es mi naturaleza fantasiosa. Pero es cierto que no me veo igual que hace unos meses y la última foto de perfil de mis redes sociales está “ligeramente” retocada porque, ya saben, antes muerta que sencilla. Así que les voy a pedir un favor: ensayen algún piropo para la próxima vez que me vean, aunque sea mentira, para que la alegría de recuperar mi vida no se empañe con la sensación de haberme convertido en un troll.