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¿Violencia gratuita? ¿Violencia gratuita?

¿Violencia gratuita?

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Elena Gómez

Uno de los rasgos que nos caracteriza desde los albores de la historia es el enfrentamiento entre nosotros. La humanidad se ha forjado mediante contiendas y disputas que han ido conformando las diferentes sociedades y culturas. Por eso, aunque es deseable el camino hacia la paz, no parece un logro a conseguir a corto plazo porque no podemos luchar contra nuestra propia naturaleza. Además, y por desgracia, es un hecho irrefutable que la guerra, siendo un acto deleznable, siempre ha traído grandes avances para el desarrollo científico, económico y social.

Es cierto que, a pesar de todo lo que percibimos a través de los medios, estamos atravesando el período más largo de paz mundial de la historia. Sin embargo, desde hace un tiempo tenemos en occidente una sensación creciente de amenaza, debido a la lacra del terrorismo internacional y a los estallidos espontáneos de violencia callejera en diferentes lugares del planeta. Para colmo, 2020 y su pandemia han conseguido que se intensifique esta inquietud, por el incierto devenir de los acontecimientos.

Lo que vengo preguntándome de un tiempo a esta parte es quién se beneficia de estas batallas campales en las calles. No tengo una certeza absoluta, pero creo que no me equivocaría si afirmara que en todos los brotes violentos que ha habido en los últimos años, ha participado un buen puñado de mercenarios, siempre los mismos, que se dedican a reventar manifestaciones de cualquier color o ideología. Pagados por una mano anónima, se dedican a fomentar el enfrentamiento social que, de no actuar ellos, quizá no pasaría del plano ideológico.

El problema es que todos hemos entrado en el juego: ciudadanos y políticos, hombres y mujeres, ricos y pobres, jóvenes y ancianos, y, en definitiva, españoles, europeos y americanos que vemos crecer la polarización y el extremismo, sin opciones para frenar la situación, al menos en apariencia.

La violencia no es gratuita, siempre hubo intereses ocultos. Y en la era de la sobreinformación, donde los datos nos llegan a diario de forma masiva y embrollada, nos es imposible ver los árboles escondidos dentro del bosque. Pero de una cosa estoy segura, cuando unos pierden, otros invariablemente ganan.