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Juanjo Francisco

Han sido cuatro días de mucha pena, indignación, lamentos, desgarros emocionales y soledades. Los buscadores de Google han disparado sus estadísticas con la palabra Teruel y hay una sensación general de cierta confusión. Es posible que al andar del tiempo todo lo vivido alrededor de los asesinatos de Andorra adquiera un poso que invite a una digestión más serena.
Lo primero, las familias. Nadie querría verse ahora en su lugar y a buen seguro que lo peor para ellas aún está por llegar. Los vacíos que dejan los muertos queridos nunca se llenan. Todos los turolenses, por lo demás, nos hemos visto afectados.
Tras las personales tragedias, no obstante, se esconde una realidad que nos ha dado un bofetón considerable. Teruel es muy extensa, con escasa población repartida en un terreno con parámetros demográficos propios de los desiertos, y si a un desalmado como Igor el Ruso le da por por hacer lo que él ha hecho, pues pasa lo que ha pasado.
Es necesario, en mi opinión, tomar en consideración lo ocurrido para evitar, no una repetición, sino cualquier amago de algo parecido y para ello, ahora que este suceso ha quebrado todas las estadísticas que marcaban a esta provincia como “muy tranquila”, hay que tomar medidas en la proporción que estimen los responsables de la seguridad y los administradores de la cosa pública.
Tras este fin de semana da escalofríos pensar a qué peligros se enfrentan esos vehículos de la Guardia Civil, con uno o dos agentes, que patrullan las noches y los días de los páramos y las sierras. Y ni te cuento lo de los ganaderos y pastores que tienen sus animales y explotaciones en medio de una extensa nada.
Y que conste que soy consciente de que lo anterior peca de reduccionismo, si quieren hasta puede considerse sensiblero y facilón, pero si no reclamamos hoy algo al respecto no sé cuándo lo haremos.
Para no desbarrar en más reflexiones estériles, solo me queda explicar que no se me quita de la cabeza pensar que, si un tipo como Igor el Ruso, descerraja dos tiros a dos personas en una ciudad grande, no creo que pasaran siete días hasta que ese tipejo volviera a intentarlo al tuntún. Se le habría acorralado antes.