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De bares De bares

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Cruz Aguilar

Los vecinos de los pueblos se quejan de que la vara de medir es la misma, con esto del Covid, vivas en Zaragoza o en Puertomingalvo. La misma a la hora de cumplir las normas, porque realmente el riesgo es mucho menor ya que te puedes recorrer cualquiera de los pueblos de Teruel en hora punta (o varios de ellos incluso) y te cruzas a menos gente que si entras a la gran superficie menos grande de Zaragoza a cualquier hora del día. 
Los bares tienen que servir las cañas en la calle y los establecimientos de algunas ciudades ya han plastificado sus terrazas para hacer el vermú más llevadero y el Covid más contagioso, por qué no decirlo. En los pueblos de Teruel comer al aire libre solo es posible en verano. Y digo comer, porque para cenar en la calle en muchos tendrás que hacerlo con chaqueta aunque sea julio y haga, como te dirán allí, “tan buena noche” El 62% del territorio está a más de 1.000 metros de altitud y los inviernos son rigurosos (y los otoños y las primaveras y, algunos años, el verano se cuenta en días). 
Los bares de pueblo son el punto de reunión, el de la charrada obligada y, para muchos, el único analgésico a la soledad. También es la fuente de ingresos de, al menos, una familia. El número de clientes son más bien pocos, lo que hace que el peligro de contagio se reduzca considerablemente. Pero es que además, como decía estos días un alcalde, en algunas provincias limítrofes la normativa es más laxa y las cuadrillas de trabajadores que están en sus pueblos se cruzan hasta los de al lado para comer a cubierto. 
Con todo lo que se habla de prestar una atención especial a las zonas con más dificultades demográficas y, una vez más, queda claro que solo se trata de eso, de hablar. A la hora de analizar y poner medidas para, en este caso, frenar la pandemia, se limitan a generalizar. Y menos mal que el confinamiento perimetral solo es para las tres capitales.
Todas las normativas que se van adoptando generan voces contrarias y la crítica es el deporte nacional por excelencia, pero en lo que concierne a los bares y restaurantes de los pueblos el margen de negocio es tan pequeño que reducirlo así puede suponer el cierre. Allí no hay clientes que ocupen las mesas unos detrás de otros. Muchos días solo hay mesas, sin clientes. Como para ponerles más pegas.