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Raquel Fuertes

Como millones de personas, hace años leí “El Alquimista” de Paulo Coelho. Como suele pasar con lo que leemos (el otro día descubrí que es lo normal y que no me pasaba solo a mí, no cuenta como confesión), apenas recuerdo la trama y solo me queda el recuerdo de la sensación de bienestar y paz después de leer aquella sucesión de frases motivacionales, inspiradoras, casi eslóganes que caracterizan a este escritor.

Pero, en realidad, no venía a hablar de ese libro. Ni siquiera del mío. Ni de la covid. Las relaciones humanas en este periodo tienen un componente virtual enorme. Para algunas generaciones el cambio no ha sido tan notable como para los que somos de ver, oír y tocar. Nos vamos acostumbrando, pero hay cosas que cuesta sacar adelante sin ese contacto diario, sin poder consultar esa duda en el momento que surge, sin que una explicación vaya acompañada de una sonrisa tranquilizadora…

Hace muchos años, en mis primeros pasos en este periódico, llegó un día en el que dejé de poner titulares. El entonces redactor-jefe en cada noticia, tachaba el titular y lo cambiaba. Más chula que un ocho, pasé de titular ante la frustración por no encontrar esa fórmula mágica con la que titular siempre de forma correcta. Infalible. Como si fueran matemáticas. Y no.

Hoy estoy al otro lado (con menos paciencia y sabiduría que Juanjo) y es la becaria quien, desde la distancia y habiéndonos visto apenas diez minutos tras la mascarilla, busca esa fórmula para encontrar el titular perfecto o la esencia de una información entre incomprensible e insulsa. Resulta difícil explicar, más en un chat o en una llamada, cómo hay que equivocarse mil veces. Volverlo a intentar. Y, además, ya, porque el periódico no espera.

Al final, esa búsqueda constante de la piedra filosofal o del elixir de la eterna juventud de los alquimistas no deja de ser lo que perseguimos toda la vida: encontrar respuestas sencillas y satisfactorias a problemas más o menos complejos, cuando no auténticas quimeras. 

Al igual que yo ahora titulo, mejor o peor, pero sin miedo, la becaria perderá su temor y redactará informaciones sobre temas insospechados con criterio y buenos titulares. En el resto de cosas de la vida, en cambio, no será tan fácil: seguiremos trampeando para encontrar esas soluciones de alquimista para nuestros grandes dilemas. Con más o menos fortuna.