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Afortunada Afortunada

Afortunada

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Elena Gómez

Hay una gran ventana delante de mi escritorio y, mientras escribo, puedo contemplar extasiada el paisaje blanco que nos ha dejado el último temporal. Y me siento afortunada.

Los años de gran esfuerzo, estudiando y trabajando contra todo pronóstico, me permitieron tener hoy cierta solvencia, suficiente para sentir, ante la subida desproporcionada de la electricidad, un ligero cosquilleo de indignación en lugar de un miedo atroz a quedarme sin batería para mi silla de ruedas o sin calefacción para mis músculos entumecidos.

Vivo en un lugar tranquilo, donde tener que dejar el coche en el garaje no supone dejar de ir a cumplir con nuestras obligaciones (y volver sanos y salvos) y donde una avería normalita puede ser solucionada en menos de 24 horas. Una provincia donde la nieve puede caer a sus anchas en muchos lugares sin molestar, por no haber nadie en kilómetros a la redonda. Un sitio que, de vez en cuando, es más nombrado en los noticieros que la capital del reino, aunque sea por batir récords de frío.

Me siento dichosa porque vivir aquí supone tener una amplia red social con la que puedes estar en contacto a diario y con la que puedes contar en caso de apuro, incluso para compartir pala. 

Porque las penurias que nos están tocando vivir son menos gracias a las nuevas tecnologías, que nos permiten hacer una vida casi normal sin apenas salir de casa. Porque, donde la necesidad aprieta pero no a ahoga, la creatividad de los que hemos decidido quedarnos aquí nos permite reinventarnos a cada paso, consiguiendo cosas que nunca creímos pudieran hacerse realidad, gracias a decenas de iniciativas que han conseguido que sigamos unidos y orgullosos de ser turolenses.

Hablo en primera persona, con honestidad y optimismo, pero sin dar la espalda a la realidad. Muchas personas lo están pasando mal, por el frío, por la pandemia, por el paro o por la despoblación. Pero, como decía ayer mi compañera, los problemas nos llevan al enfrentamiento, y el enfrentamiento a ningún sitio. 

Si tienen un momento de desesperación y sienten que se les nubla la razón, intenten hacer como yo. Miren por su ventana, hagan balance de lo que tienen, y verán que, mientras estemos vivos, seremos afortunados.