Síguenos
Lo peor de mí Lo peor de mí

Lo peor de mí

banner click 244 banner 244
Elena Gómez

Todos tenemos una vena macarra, un momento de debilidad que nos hace perder los papeles y que suele salir a la luz cuando escuchamos una frase concreta, una expresión que, como si de un sortilegio se tratara, nos transforma, despierta lo peor de nosotros y nos impulsa a pleitear.
Habitualmente, las personas con discapacidad reaccionamos así de mal cuando alguien nos dice aquello de "con lo que yo he hecho por ti…". Esto es debido, sobre todo, a la imagen que todavía tienen algunos de este heterogéneo colectivo que aglutina a todos los que no encajamos en ningún patrón físico considerado aceptable por el conjunto de la sociedad.
Muchas personas, cuya inteligencia emocional brilla por su ausencia, todavía piensan que vivimos de la caridad y gracias a las buenas intenciones de los demás. De este modo, cuando somos contratados de forma objetiva, cuando conseguimos que un lugar sea accesible o cuando logramos que la palabra inclusión social sea una realidad, todavía hay quien cree que nos está haciendo un favor.
Los diversos funcionales no vamos por la vida pidiendo nada. Exigimos con insistencia que se cumplan las leyes que nos amparan y luchamos por conseguir nuestros objetivos como cualquiera, con esfuerzo y actitud. No nos gusta deberle nada a nadie porque hace tiempo que la mayoría de nosotros decidimos dejar atrás ciertos estereotipos recalcitrantes. Cada uno lucha por tener la vida que desea, como cualquiera, e intentando salvar todos los obstáculos que nos vamos encontrado por el camino.
Por eso, cuando en una discusión alguien insinúa que hemos obtenido algo por los favores que se nos han hecho, se despierta la fiera que llevamos dentro. Al menos en mi caso. Siempre procuro dialogar y mantener la calma ante una diferencia de criterio y, no obstante, soy intransigente con quien ponga en duda mi capacidad de resolver mis asuntos con mis propios medios. 
Todos podemos necesitar una ayuda en un momento dado, pero nunca dada como una limosna por compasión, que luego pueda ser echada en cara. Ni exigimos más de lo que nos corresponde, ni nos gusta provocar lástima. Solo queremos vivir con los mismos derechos, oportunidades y obligaciones que el resto de los mortales.