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Elena Gómez

Estamos de enhorabuena. El perrito Pipper ha llegado nuestra ciudad y ha convencido a los dirigentes que las mascotas también tienen derecho a visitar los lugares turísticos juntos sus dueños. Así que, a partir de ahora, perros, gatos y demás animales de compañía podrán disfrutar de dos de los lugares más emblemáticos de Teruel: los Aljibes y la Muralla.
Felicidades, han conseguido lo que muchas personas con movilidad reducida no hemos alcanzado en tantos años de lucha y reivindicación. Los Aljibes constan de una plataforma elevadora que solo sirve para usuarios con poco peso, es decir, aquellos que no utilizan una silla de ruedas para adultos. La Muralla, abierta hace muy poco tiempo como para tener estos problemas, es inaccesible en gran parte de su recorrido y, en el otro, existe un ascensor en el que tampoco caben algunas sillas de ruedas para adultos.
Una vez más, políticos, gobernantes y profesionales de la construcción se limitan a cumplir mínimos, a ponerse medallas sobre integración e inclusión, pero nunca a contar con la opinión y la experiencia de los usuarios que realmente sabemos lo que significa la palabra accesibilidad. Después, vamos con toda la ilusión a visitar esos lugares, que para los de aquí son importantes y para los de fuera son curiosos, y nos toca enfrentarnos a empleados públicos que poca culpa tienen de la falta de previsión de sus superiores. Como siempre, el mal trago nos lo llevamos los que no debemos.
Soy amante de los animales, he tenido mascotas y sé lo difícil que es viajar con ellas. Por eso, me alegro de que se esté avanzando en la aceptación de que estos seres vivos son parte de nuestras familias y están educados para estar en cualquier sitio. Sin embargo, no deja de sorprenderme que sus expectativas avancen a mejor ritmo que las nuestras, que, al fin y al cabo, somos seres humanos y ciudadanos con derechos adquiridos.
El tema de la accesibilidad universal aburre, es un asunto demasiado manido para seguir hablando de él. Pero mientras tanto muchos seguimos sin tener libertad de movimientos para deambular por nuestras calles y edificios. Al fin y al cabo, el patrimonio es de todos, también es mío y no lo puedo disfrutar.