Síguenos

Palomar afronta un futuro casi tan negro como el carbón que antaño le dio la vida

En un punto equidistante entre Teruel y Alcañiz, en el centro geográfico de la provincia, se encuentra Palomar de Arroyos, un pueblo que en los últimos 25 años, desde el cierre de la mina La Serrana en 1991, ha perdido 149 habitantes, el 45% de su población

En un punto equidistante entre Teruel y Alcañiz, en el centro geográfico de la provincia, se encuentra Palomar de Arroyos, un pueblo que en los últimos 25 años, desde el cierre de la mina La Serrana en 1991, ha perdido 149 habitantes, el 45% de su población. Este es un ejemplo de como la carcoma de la despoblación está socavando los cimientos de muchos municipios de este territorio, que ajenos a las medidas grandilocuentes anunciadas por los políticos, tratan de adaptarse a vivir cada día con menos vecinos, con menos servicios y con muy poca esperanza de que cambie su situación.

Palomar de Arroyos contaba en 1990 con 331 vecinos, mientras que a 1 de enero de 2015, la cifra se había reducido a 182, según las cifras oficiales del Padrón Continuo hechas públicas ayer por el Instituto Nacional de Estadística.

La localidad no fue ajena al éxodo rural de los años 60, pero el último declive de población tuvo como detonante el cierre de La Serrana, la última mina de interior, el 31 de octubre de 1991, y el cese de la extracción en la corta a cielo abierto Ernesto Ferrer cuatro años después.

"El cierre de la mina hizo polvo al pueblo", afirma el alcalde, Antonio Ruiz, que llegó al pueblo en 1978 con tan solo 16 años procedente de Ciudad Real "para enganchar en el tajo". Previamente, su hermana Avelina y su cuñado José María habían realizado el mismo viaje, "porque aquí los jornales eran buenos", precisa.

La falta de alternativas laborales hizo que muchas gente se marchara cuando pararon las vagonetas. En su caso, casado ya con Encarna Campos, vecina de Palomar, decidió quedarse y montar una granja de engorde de pollos, de la que sigue viviendo.

Ruiz recuerda que, por aquel entonces, una empresa se interesó por instalar una embotelladora de agua, pero que finalmente lo hizo en Cañizar del Olivar por la oposición de los regantes.

"El fallo fue ese, que no hubo nadie que quisiera invertir aquí. Incluso en el polígono industrial de Montalbán, las cosas no fueron mejor porque mucha gente solo buscaba las subvenciones", indica.

El alcalde de Palomar considera que hoy es prácticamente "imposible" que llegue alguna empresa a la localidad.

El trabajo que ofrecen en Utrillas compañías como Casting Ros y Espuña ha permitido que algunos jóvenes se queden a vivir en Palomar, aunque la falta de vivienda, según Ruiz, ha llevado a algunos de ellos a instalarse en la capital de la Comarca.

Como alcalde, lamenta que el Ayuntamiento "no tenga medios para montar nada". Además, apunta que "a este pueblo ha llegado muy poquito dinero del Plan Miner, que sí ha llegado a localidades más grandes que nunca han tenido minas", dice.

Descarta asimismo la búsqueda de nuevos pobladores, tanto porque las experiencias previas no han sido positivas como por el hecho de que "no hay ningún trabajo que ofrecerles".

"¿Futuro? Ninguno", contesta a la pregunta de cuál será el devenir del pueblo. "Cada día, la gente se hace más mayor y van falleciendo y los jóvenes se van porque no hay puestos de trabajo", indica. "Como este pueblo, hay muchos en la provincia. Sin puestos de trabajo, todos vamos a la ruina", añade resignado.

Maribel Navarro, madre del último niño nacido en Palomar, comparte la opinión de que "si siguen así las cosas, el pueblo va de capa caída". Por eso, pide a los políticos que "que ofrezcan facilidades a los Ayuntamientos para que puedan ayudar a sus vecinos y que creen oficinas en las que asesoren sobre las posibilidades de desarrollo en los pueblos".

Servicios

Palomar de Arroyos tenía en la década de los 80 cerca de 350 vecinos censados, pero además vivían en la localidad numerosos hombres que trabajaban en la mina a cielo abierto. Entonces, el pueblo contaba con tres tiendas, una carnicería y cuatro bares, a los que se sumó una farmacia, que todavía sigue abierta.

Pero ahora ya solo hay un bar y ninguna tienda desde el pasado mes de diciembre. Su propietaria, Pilar Juárez, afirma: "No he sido yo quien la ha cerrado, sino el pueblo, que prefiere comprar fuera aunque no haya tanta diferencia de precios".

El local se ha quedado como despacho de pan. Todos los días, Stefan Ispas, un rumano afincado en Utrillas desde 2011, lleva a Palomar los productos de la panadería Eugenio Milian.

En la hora que permanece abierto, algo más los fines de semana, pasan por allí muchos vecinos de la localidad. Entre ellos, Amelia Andrés afirma que tras el cierre de la escuela y de la tienda, la vida en la localidad "se va pareciendo cada vez más a la de una masada".

Noelia Gascón decidió volver a Palomar una vez terminados sus estudios y vivir allí junto a su pareja Gonzalo Campos, también del pueblo. La joven trabajaba en Escucha, en la empresa de envasado de productos químicos Alexa Químicos que quedó arrasada por el fuego en octubre de 2014.

Ahora, ante la falta de oportunidades en la comarca, ha encontrado trabajo en Zaragoza. "Aquí estaba bien pero yo estoy bien en todos lados. Lo malo es que tampoco hay colegio", dice. Y es que también la escuela de Palomar cerró sus puertas en 2012.

"Si no hay trabajo, no hay nada", apunta Rosa Escuin, que ha visto como su hijo mayor, casado y con un niño pequeño, también tenía que dejar recientemente el pueblo para marcharse a la capital aragonesa a trabajar.

Por eso, si no se crean nuevos empleos, Palomar afronta un futuro casi tan negro como el carbón que antaño dio de vivir a sus vecinos.

Cristobal Ramíres, minero jubilado

Cristobal Ramírez llegó a Palomar de Arroyos el 9 de abril de 1940, con tan solo 2 años y 4 meses. Sus padres viajaron hasta allí en el inicio de la posguerra en busca de un trabajo en las minas procedentes de El Chive, un núcleo de población de la localidad almeriense de Lubrin.

"Entonces llegó mucha gente a Palomar porque en el entorno había cuatro minas en funcionamiento, La Cerrada, Barranco Malo, La Concha y El Zaragozano. Según pude leer en algunos papeles en el Obispado de Teruel, el pueblo llegó a tener 1.250 vecinos en los años 40", rememora. En las últimas décadas, el proceso se ha invertido y ahora ninguno de sus seis hijos trabaja en la localidad.

Cristobal tiene muy buena memoria para los números y por eso recuerda perfectamente que trabajó como minero 35 años, un mes y 15 días, desde el 12 de junio de 1955 hasta el 27 de junio de 1990.

Apenas un año después, el 31 de octubre de 1991, apunta, se cerró La Serrana, la última mina de interior que funcionó en la localidad, en la que él trabajó desde el 1 de julio de 1962 hasta su jubilación. "Cada uno tenemos nuestra forma de ser y de pensar, pero el cierre de la mina fue la ruina para el pueblo", dice.

Está seguro de que, si la mina siguiera abierta, la situación sería distinta y muchas de las 124 casas cerradas que ha contabilizado tendrían sus puertas abiertas, que no vivirían tan solo 114 vecinos y que quizá alguno de sus hijos no hubiera tenido que buscar trabajo lejos del pueblo.

Está convencido también de que "si no pega un cambiazo, si no viene un desastre como en el 36, el futuro de Palomar es la nada, porque aquí no hay ningún apoyo para continuar".

Lourdes García, copropietaria del bar Puerto

Pedro Puerto y Lourdes García se hicieron cargo del único bar de Palomar de Arroyos hace dos años con el objetivo de que fuera un complemento a la economía familiar, basada en la agricultura y en la ganadería, y de ofrecer una salida laboral a sus dos hijos: Raúl y David, que ahora tienen 21 y 18 años, respectivamente.

Pedro trabajó en la mina La Serrana hasta su cierre, el 31 de octubre de 1991, y entonces, junto a otros dos hombres, montó una empresa de figuras decorativas realizadas con polvo de alabastro y resina. "Pero aquello no daba para todos", indica Lourdes, y al final se quedó solo y ahora trabaja únicamente por encargo. Su medio de vida es la agricultura, y cuenta también con un rebaño de ovejas. Además, toda la familia echa una mano en el bar a Raúl, que está replanteándose estudiar una vez que, a finales de este año, termine el contrato de arrendamiento del establecimiento.

"Suerte tenemos de que la gente colabora mucho, tanto los mayores como los jóvenes, que hay bastantes para ser un pueblo tan pequeño", cuenta Lourdes. Y es que el bar es el único punto de reunión de los vecinos. "Si no fuera por esos raticos que vienes a echar una charradica, ¿qué nos queda?", se pregunta.

En su opinión, "lo único que puede cambiar la situación sería que se crearan puestos de trabajo, aunque fuera en los pueblos cercanos, para que la gente no se tuviera que ir fuera". De otra manera, sostiene, "el futuro del pueblo es la nada". Como ejemplo pone la instalación de la empresa Casting Ros en Utrillas, que frenó un poco el éxodo en la comarca tras el cierre de las minas.

Maribel Navarro, maestra especialista en Audición y Lenguaje

Maribel Navarro y Juanjo Soriano son los padres de Mario, el último niño nacido en Palomar de Arroyos, que vino al mundo el pasado 27 de noviembre. Los dos se dedican a la Educación y han decidido que vivir en el pueblo es algo así como hacerlo en una ciudad dormitorio.

Maribel nació en Palomar y tiene plaza fija como especialista en Audición y Lenguaje en el colegio público Villa de Utrillas, mientras que Juanjo es de Teruel y trabaja como interino en el Antonio Gargallo de Escucha.

Cuando se casaron hace tres años decidieron quedarse a vivir en el pueblo y allí construyeron su casa, que ahora cuenta con uno más tras la llegada de Mario, su primer hijo.

En la decisión tuvieron en cuenta la cercanía a su puesto de trabajo pero también cuestiones emocionales y de estilo de vida. "Siento un cariño especial por mi pueblo y quería seguir disfrutando de él y de mi familia, que está aquí", dice Maribel.

Después de 20 años acudiendo al pueblo todos los fines de semana, Juanjo siente ese mismo cariño. Además, le encanta la naturaleza y el ciclismo, que aquí puede practicar con mayor facilidad. "Tiene muchas habilidades sociales y ya conoce a mucha gente en los pueblos de alrededor e incluso ha hecho un grupo para practicar spinning en Escucha", apunta Maribel.

Según su criterio, vivir en Palomar "es como hacerlo en una ciudad dormitorio". "Nos gusta la tranquilidad y tenemos cerca pueblos con todos los servicios. Además, nos hemos podido construir una casa a nuestro gusto por mucho menos dinero". Considera que el hecho de que la escuela esté cerrada no será un problema para Mario "porque el transporte escolar es obligatorio y gratuito". "Somos personas dinámicas y el niño no se va a aburrir para nada", concluye.

Autor:Alicia Royo / Palomar de Arroyos