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Adivinos

A veces esperamos más de nuestros seres queridos que de una médium profesional. Pretendemos que lean en nuestras miradas lo que ni nosotros tenemos claro
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Elena Gómez

Hay una verdad simple e incómoda que todos parecemos olvidar a menudo: no nacemos con el don de la clarividencia. Y, sin embargo, en nuestras relaciones personales —de pareja, amistad, familia o con el del café que siempre se equivoca con nuestro pedido— actuamos como si fuera indispensable que, para que los otros nos entiendan, fueran adivinos.

Cuando estamos molestos, dolidos o confundidos, en lugar de decirlo, elegimos el silencio o expresiones tan manidas como “nada, estoy bien”. Esperando que el otro interprete nuestra actitud como una llamada desesperada de socorro sin que parezcamos vulnerables. ¿El resultado? Malentendidos, distancias que se agrandan y, con el tiempo, relaciones que se deshacen sin que nadie sepa exactamente por qué.

La comunicación no es un accesorio en las relaciones. Es el sistema circulatorio de cualquier vínculo. Sin ella, lo que era complicidad se convierte en suposiciones y lo que era ternura se transforma en resentimiento. A veces esperamos más de nuestros seres queridos que de una médium profesional. Pretendemos que lean en nuestras miradas lo que ni nosotros tenemos claro.

La falta de comunicación no es solo un problema de palabras no dichas, sino de expectativas no aclaradas, necesidades no compartidas y emociones guardadas como si fueran secretos de Estado. Nadie debería tener que adivinar lo que otro siente. Nos cuesta tanto comunicarnos con honestidad porque comunicar es exponerse. Es correr el riesgo de que el otro no lo entienda, lo minimice o, incluso, no le importe. Pero ese riesgo es menor que el de vivir atrapados en movidas que solo nosotros conocemos.

Comunicar no siempre resuelve todo, pero no comunicar es preludio del desastre. Así que, la próxima vez que algo les ronde la cabeza, no esperen que el otro adivine. No es falta de intuición, es falta de telepatía emocional. Y hasta que inventen la conexión mental estable entre seres humanos, mejor abramos la boca antes de cerrar el corazón. Después de todo, ser claros no nos hace menos profundos: nos hace más humanos.