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‘Anatomía de un instante’ ‘Anatomía de un instante’

‘Anatomía de un instante’

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José Baldó
El pasado 20 de noviembre se cumplían 50 años de la muerte de Franco, un aniversario redondo para un dictador que, todavía hoy, se niega a ser enterrado por completo. En las últimas semanas, amanecíamos con los preocupantes resultados de una encuesta en la que se aseguraba que un 20 por ciento de los jóvenes españoles tenían una visión positiva del franquismo. No hay más que echar un vistazo a las redes sociales de muchos influencers para darse cuenta de que, por desgracia, Franco sigue siendo un muerto muy vivo. Como todos sabemos —aunque algunos se empeñen en olvidarlo—, el paso de la dictadura a la democracia no fue precisamente un camino de rosas. Incluso, después de las primeras elecciones democráticas, el nuevo orden político sufrió varios reveses que estuvieron a punto de dar al traste con él. El 23 de febrero de 1981 marcó un punto crítico en el devenir histórico de España. El Golpe de Estado mantuvo a todo un país encerrado en su casa, pendiente de la televisión y la radio. El futuro de la democracia pendía de un hilo y sus protagonistas, los máximos representantes de un gobierno todavía en pañales, ya se veían como las primeras víctimas de un posible nuevo régimen. 

¡Quieto todo el mundo!

Anatomía de un instante, la nueva miniserie de Movistar Plus+, recoge el momento crucial en el que España entera contuvo la respiración durante 18 horas. Basada en el libro homónimo de Javier Cercas, el director Alberto Rodríguez (Grupo 7, La isla mínima) nos invita a recorrer las trastiendas de la política española de la época a través de sus figuras más relevantes.

Una voz en off, que será recurrente a lo largo de la serie, pone en antecedentes al espectador: “el origen de esta historia es una imagen enigmática. La entrada del teniente coronel Tejero en el Congreso, los gritos, el silencio del hemiciclo y los disparos”. Mientras vemos caer pequeños fragmentos de la bóveda por el impacto de las balas, el terror y el caos se desatan, y los diputados corren a refugiarse bajo sus escaños. ¿Todos? ¡No! El presidente del gobierno Adolfo Suárez, Santiago Carrillo, secretario del Partido Comunista, y el general Gutiérrez Mellado permanecen sentados en sus asientos, como los irreductibles galos de Goscinny y Uderzo, plantando cara a los golpistas. Esa instantánea a la que alude el título es la misma que ha dado la vuelta al mundo y que hemos visto repetida hasta la saciedad, incluso parodiada, en cine y televisión. 

Al igual que Cercas en su libro, Alberto Rodríguez nos presenta una crónica desmitificadora de los sucesos y ajustada a lo que debió ser la realidad. Los tres protagonistas —con un capítulo para cada uno— son hombres corrientes, con sus luces y sombras, dispuestos a dejar huella en la historia de su país: Suárez (Álvaro Morte) no es un mártir, sino un político ambicioso, un “vendedor de neveras” convertido en el primer presidente de la democracia española. A Carrillo (Eduard Fernández) le persigue la memoria de la masacre ocurrida en Paracuellos al comienzo de la Guerra Civil y, por su parte, Gutiérrez Mellado (Manolo Solo) tiene que lidiar con el sambenito de saberse un traidor para los suyos. Un militar “vendido” al nuevo orden que ha permitido la legalización del Partido Comunista.

Anatomía de un instante es un ejercicio casi scorsesiano que discurre imparable a través de despachos y reuniones clandestinas. Una producción de lujo que recoge con fidelidad el espíritu de una época: están los trajes a medida de Suárez y la peluca de Carrillo, suena Julio Iglesias —al igual que la semana pasada en Yakarta— y se fuma mucho. Demasiado. Los ceniceros rebosan de colillas, los paquetes de Ducados vuelan, pero el humo de los cigarrillos no nos impide ver que estamos ante una de las grandes series del año.