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Aunque duela el corazón Aunque duela el corazón

Aunque duela el corazón

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Beatriz Izquierdo

Querido lector: la semana pasada conocíamos la triste noticia del suicidio, de una menor en Sevilla. Como suele ser habitual, pronto las redes sociales se hicieron eco de este suceso. De ello quiero reflexionar.

Ante noticias así, nos sobrecoge el dolor y nuestra reacción puede manifestarse de muy distintas maneras; por ejemplo, en forma de rabia ante un sentimiento de injusticia e indignación, en forma de homenaje, pidiendo soluciones o exigiendo responsabilidades.

Abordar estos temas no es una cuestión sencilla, porque existen riesgos que se han estudiado hace mucho tiempo y que todos deberíamos conocer si vamos a hablar sobre ello. Se trata de una información especialmente sensible, que debe tratarse con una enorme cautela.

El efecto Werther se refiere al fenómeno de imitación o contagio que acontece tras publicarse noticias sobre el suicidio.

Para ello, lo que los expertos recomiendan no es ocultar el tema, sino hablarlo de una manera apropiada. A esto se le denomina el efecto Papageno y puede contribuir a prevenir estas conductas si la información se trasmite de manera correcta. Es necesario informar y poder prevenir estas conductas, pero siguiendo recomendaciones como las siguientes del Ministerio de Sanidad (2020): no tratar la muerte de manera sensacionalista, no concretar el método ni el lugar en que ha tenido lugar, no publicar notas de despedida, resaltar las alternativas al suicidio e informar sobre los recursos existentes.

En relación con ello es importante conocer la línea 024, de ayuda al suicidio, que tiene a nuestra disposición el Ministerio de Sanidad para atender a las personas con pensamientos, ideaciones o riesgo de conducta suicida, y a sus familiares y allegados. Es gratuito, confidencial y disponible las 24 horas del día, los 365 días del año.

Por tanto, siempre que nos crucemos con este tipo de noticias, y antes de compartirlas en las redes, debemos reflexionar sobre cómo hacerlo, por mucho que nos duela el corazón.

¡Hasta la próxima columna, querido adulto responsable!