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Dos años Dos años

Dos años

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Cruz Aguilar

La alegría se ha sentido en muchos lugares para la celebración de los carnavales. Algunos pueblos incluso se pusieron de acuerdo para no coincidir y, sin tener en cuenta el Miércoles de Ceniza, alargaron los festejos ya comenzada la Cuaresma. Porque en España somos de jarana, de compartir mesa y copa, de estar juntos, y lo del último año –los carnavales de 2020 fueron los últimos de la vieja normalidad– nos estaba minando la moral.

Los tambores de la Semana Santa ya resuenan, la gente está ensayando y se esmerará en que sea una de las pascuas para recordar. La de la vuelta a las calles, a la realidad de un día a día que no siempre supimos valorar.

Las comisiones de fiestas se han reactivado y los primeros carteles empiezan ya a pulular por las redes sociales, provocando una alegría colectiva aunque sean de pueblos que no tienes previsto pisar, ni con fiestas ni sin ellas.

Porque este año todas las celebraciones serán especiales. Son las de la vuelta para muchos y las de las grandes ausencias, por un lado porque el tiempo pasa y las cosas cambian y por otro porque hay gente que prefiere esperar un poco más antes de retomar su vida anterior.

De momento esta semana han decidido aguantar las mascarillas en los interiores, pero ya no hacen pruebas a los contactos directos salvo que sean personas de riesgo o sanitarios o que el médico así lo decida. Es decir, que o te pagas tu test o puedes salir a la calle sin más.

Escribo esta columna el 11 de marzo, cuando se cumplen dos años de que la Organización Mundial de la Salud declara la pandemia por covid. Nos ha marcado la vida y nos influirá sin duda en el futuro. Ya pasó con los atentados terroristas del 11S en Estados Unidos. Hay cosas que, desde entonces, son de otra manera.

Cuando comenzó la pandemia había voces que clamaban porque esta situación nos haría mejores. Muchos lo dudaron entonces y el tiempo se (nos) lo ha confirmado. Lo que sí hará es marcar nuevos protocolos en organismos públicos y casas particulares. Nuestras abuelas atesoraban latas y paquetes de pasta. Nosotros levadura, papel del váter, un paquete de mascarillas y ahora también aceite. Aviso: el de oliva del Bajo Aragón sirve igual para freír.