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Cruz Aguilar

Una de las cosas que más me llamó la atención de Argentina fue que tenían una diosa, ya muerta, Evita Perón, y un dios, El Diego, todavía vivo entonces. Las reacciones que se ven ahora en las calles de Buenos Aires no me sorprenden. Argentina es un país volcado con el fútbol. Los partidos entre el Rivers y el Boca, que serían el equivalente, aquí, del Real Madrid y el FC Barcelona, paralizan al país. Las calles se quedan desiertas y, si hay alguien al que no le ha quedado otro remedio que salir, se mete en cuanto puede a un bar, donde el silencio para escuchar el roce del balón con el césped es absoluto; o lo miran desde la calle en las teles que hay dentro de los bares o tiendas de electrodomésticos (muy de película de antes de que existieran los móviles, sí).
La tumba de Evita Perón es un lugar de peregrinación para porteños y turistas y las flores se agolpan en ella. Ese sentimiento se notaba en los argentinos también hacia Maradona. Son sensaciones viejas, de allá por el año 2005 (sí, todo lo que hay antes del Covid parece del Cretácico), pero tras la muerte del Pelusa veo que siguen muy vigentes. 
Lo sorprendente no es que la prensa argentina deje correr ríos de tinta por su astro rey, sino que aquí en España se esté dedicando tanto tiempo a la muerte de un jugador de fútbol que no es que diera tanto juego  (futbolístico) como Messi. Lo que ha ocurrido estos días lo definía muy bien @RubioSat en Twitter: “La excesiva Argentina y la hipócrita Europa, ahí anda el juego”. Porque menuda capacidad de olvido que tenemos. Que nadie se preocupe por sus errores en vida que, por gordos que sean, cuando mueres es como si no existieran, no se habla de ellos o se hace tan sutilmente que pasan desapercibidos, igual hasta solicitan su canonización. Al tiempo.
La cuestión está, periodísticamente hablando, en que no se ha muerto en agosto, sin nada que contar, como ocurrió con Perejil o el Ecce Homo de Borja, sino en plena pandemia de coronavirus, con la negociación de los presupuestos calientes y las elecciones de EEUU aún sin el beneplácito de Trump. Y resulta que en los informativos anteponen su fallecimiento a los miles de contagios. Si al final va a tener razón mi hija pequeña en que esto del Covid se lo han inventado los de la tele para tener noticias que contar.