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Más orgullo

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Cruz Aguilar
Los tiempos del Milana bonita quedaron atrás. Ser de pueblo ya no es labrar con macho o esperar a que lleguen los de fuera para conocer el outfit del momento. Vivimos en la era de la conectividad y desde el rural es posible –y obligatorio- estar al día de todo lo que ocurre en el mundo, conocer desde el         K-pop coreano hasta las instagramer que más triunfan o comprar las últimas Converse con las que pisar las hojas de los chopos cabeceros al pasear al perro por la ribera. Los jóvenes de pueblo crecen, por fin, sin complejos, sabiendo que tienen las mismas oportunidades de viajar o de formarse en el extranjero que sus amigos veraneantes, pero con la ventaja de sentirse arropados en su día a día por una comunidad que va más allá de la familia. Para asentar población los propios habitantes deben elegir  estar ahí, sin presión y conociendo lo que hay fuera. Los proyectos de repoblación fracasan sin repoblar y ver cómo viene y se va una familia tras otra no solo no sirve de nada, sino que mina la moral de quienes los ven llegar felices y hacer las maletas, poco después, aún más contentos. Mientras, ellos, se quedan en un paraíso que, no saben muy bien porqué, resulta inhóspito para el resto más allá de una semana de vacaciones. El discurso hay que cambiarlo y dejar de mostrar la ciudad como la panacea de la felicidad. Es lamentable, pero real como la vida misma, que el consumismo de pasar la tarde en un centro comercial sea la fórma que los jóvenes conciben como la diversión máxima. Tienen la culpa los libros, el cine y el resto de productos que llenan de ideas urbanitas los cerebros infantiles y adolescentes. Y en eso, por desgracia, no hay diferencia entre los que pasean por campos de trigo y los criados entre el humo de coches y fábricas. Tener un día del Orgullo Rural es imprecindible. Los humanos necesitamos la aprobación social para sentirnos realizados. Por eso hay que contar con espacios donde reafirmar la ruralidad y compartir anécdotas y preocupaciones con aquellos que, como tú, en ocasiones se sienten navegantes sin rumbo en la laguna de la despoblación.