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Edadismo Edadismo
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Asunción Vicente

Una nueva palabra que ya tiene su lugar en nuestro léxico habitual. Expresa un conjunto de prejuicios y discriminaciones dirigidas a otras personas, en función de su edad. He de confesar, que cuando alguien amablemente me dice como un halago, que me conservo muy bien, me siento como una lata de mejillones.

La discriminación por edad que vivimos en nuestras sociedades avanzadas, no se dirige solo a las personas mayores, la sufren de igual modo los jóvenes por otras razones. La sociedad tiene tendencia a tratar de forma desigual a las personas, obviando sus capacidades y conocimientos.

Se sufre discriminación por edad a la hora de encontrar un trabajo, si se trata de una persona mayor se considera que sus habilidades físicas y mentales están mermadas, con el agravante de considerarlas menos productivas o con una peor disposición para adaptarse a los cambios tecnológicos.

Si por el contrario se trata de una persona joven, la discriminación por edad es en base a su falta de experiencia y también de prudencia, a un ímpetu juvenil que les hace parecer inseguros.

Muchos mayores, cumplida su etapa laboral, se sitúan dentro de un entorno que los margina, muchos se han de conformar con una vida sedentaria, otros optan por integrarse en colectivos de mayores y realizan actividades lúdicas o viajes, que consiguen acortar sus horas de tedio. Muchos de ellos, se convierten en la muleta que utilizan sus hijos para asistirles en el cuidado de los niños, sus adorados nietos, durante largas horas. Todo es respetable y cada cual redirige su vida como mejor le parece, si además goza de buena salud, elegirá lo que más se adapte a su carácter y posibilidades, pero no se librará de esa sensación de ser viejo, viendo como sus comentarios y consejos van dejando de interesar a los que le rodean. Está sencillamente “viejuno”. Y es que, en el mundo que vivimos se ha ido perdiendo imperceptiblemente el respeto hacia los mayores, como si los años vividos en los que han acumulado experiencia y conocimiento hubieran sido inútiles, como si sus palabras hubieran pasado de moda, arrastradas por el viento y ya no tuvieran ningún interés.

    Hubo otros tiempos, en los que existía un profundo respeto hacia los ancianos. El mismo Ulises, héroe protagonista de la Odisea, muestra el respeto a la ancianidad como un reflejo de los valores de su sociedad. Néstor, rey de Pilos, otro de los héroes homéricos, se nos presenta como un rey anciano y sabio al que todos, también los más jóvenes, escuchan por su experiencia. No actúan igual los pretendientes de la fiel Penélope, que ocupan el palacio de Ítaca en ausencia de nuestro héroe Ulises, ellos tratan con desprecio a los ancianos, los apartan y desprecian por viejos.

En el mundo hebreo, es la Biblia quien pide honrar padre y madre, en la antigua Roma, la palabra senado tiene su origen en el vocablo senex “ anciano”, mostrando claramente el vínculo de la ancianidad con el gobierno y la prudencia. También en Egipto eran las personas más valoradas, al gozar de una larga vida se les consideraba cercanos a los dioses.

En otras muchas culturas, no se ha juzgado esta etapa de la vida como decadente, sino más bien como el momento en el que se pone en valor, la autoridad, el prestigio y la memoria colectiva de los pueblos.

Mucho más difícil lo tienen las mujeres, que a partir de cierta edad parece que se vuelvan invisibles, obligadas a luchar contra ese paso del tiempo que marca surcos en el rostro y flaccidez en el cuerpo. No se percibe todo lo que lleva dentro la anciana o el anciano, atesorado día tras día a lo largo de años y que además está deseando trasmitir.

Por su parte la discriminación por ser demasiado jóvenes hace que se niegue a las generaciones nuevas puestos de responsabilidad, aunque tengan capacidad, y también se invaliden sus opiniones, decimos “es demasiado joven”, minimizando su liderazgo. Todas estas actitudes tienen consecuencias, desmotivación, frustración, dificultad en su desarrollo profesional, creando una brecha generacional, con la sensación de que solo la edad, otorga cierta legitimidad para muchos trabajos.

El edadismo roba a los viejos la posibilidad de ser vistos como faros, que iluminan esos puertos a los que han de llegar los jóvenes y por otra parte, niega a estos, la oportunidad de ser reconocidos como la nueva llama que empieza a arder con fuerza.

Nuestra sociedad, tiene la obligación de luchar contra todo tipo de marginación, consiguiendo un dialogo, también en cuestión de edades, nos aportará mucho conocimiento, solo posible cuando la experiencia y la novedad se encuentran. No solo han de promoverse políticas educativas y de empleo, que valoren las capacidades más allá de la edad, también fomentar entornos intergeneracionales para el intercambio de experiencias y el enriquecimiento reciproco.

El tiempo es una magnitud que aún no controlamos, discurre inexorablemente, pero no nos quita valor, hace que nuestra vida camine por senderos distintos. En el fondo no envejecemos, no nos conservamos, solo nos trasformamos.