Abandonar el Consejo de Ministros, con la dejación de todo el poder y las comodidades que ello supone, para pasar a ser candidata a perdedora –encuestas cantan, no me eche a mí la culpa del vaticinio—en una Comunidad autónoma, Aragón en este caso, debe de ser duro. No es que a la señora Alegría le haya tocado la lotería, precisamente. Me parece ocioso insistir en el error mayúsculo que supone haber colocado como candidatos autonómicos a miembros del Gobierno, haciendo que los ministros/as-candidatos/as dediquen una parte considerable de su tiempo no a trabajar por la gobernación del país, que es para lo que les pagamos, sino en hacer campaña, amparados en su condición ministerial, para tratar de no sufrir un descalabro en las respectivas elecciones autonómicas.
Es el caso de Pilar Alegría, hasta este pasado martes ministra portavoz del Gobierno, titular de Educación, de Formación Profesional y responsable gubernamental del deporte español.
Toma ya pluriempleo; como para distraerse en campañas contra Jorge Azcón y, de paso, contra Javier Lambán, socialista y compañero, aunque no muy querido, de ella, y que fue un magnífico presidente de la Comunidad.
Pero claro, nadie parece preocuparse por tales ‘desviaciones presupuestarias’, como nadie parece preocuparse por las falsedades que la portavoz Alegría distribuyó desde el atril de la sala de prensa del Consejo de Ministros.
Ni quito ni pongo rey ante las próximas elecciones aragonesas de febrero, pero mi misión como periodista es plasmar una realidad, al menos tal y como yo la veo. Y ‘mi’ realidad es que la señora Alegría se ha ocupado poco de los múltiples frentes que el presidente Sánchez le había atribuido en el Ejecutivo, y en cambio, se ha preocupado mucho más de mantener una fidelidad a toda prueba a la figura presidencial.
La señora Alegría no ha acreditado, a mi juicio, una trayectoria suficiente en su ya larga carrera: es el ejemplo típico de la profesional de la política, que ha ido subiendo peldaños en la vida partidaria gracias a su lealtad al ‘jefe’, desconociendo lo que es cualquier otra actividad profesional.
También creo que la salida de la señora Alegría del Ejecutivo debería ir acompañado de otros relevos en carteras ministeriales; contra lo que nos dijo hasta la saciedad Pedro Sánchez en su rueda de prensa –de cuatro preguntas, cuatro—del lunes, el Gobierno tiene, globalmente considerado, un funcionamiento bastante mejorable, y parte de la culpa de ello es el hecho de que cuatro integrantes del Consejo de Ministros, entre ellos la vicepresidenta primera, fueron designados por Sánchez candidatos a otras tantas Comunidades Autónomas.
En ocasiones, por cierto, ante la patente falta de entusiasmo de tales candidatos/as, que, insisto, no quiero ir más allá de las encuestas en circulación, piensan que van al matadero, o casi.
En fin, doña Pilar Alegría va a tener un año 2026 complicado, por decir lo menos. Para que nadie piense que tengo otra animadversión hacia la ya exministra que la que se deriva de haber seguido una trayectoria pública que, francamente, no me gusta, diré, muy sinceramente, que, para que compense pérdidas, me daría mucha alegría si a la señora ídem le tocase la lotería --menudo pareado, sin haberlo preparado—el lunes. Cosa que también deseo, claro, para todos los lectores (y para mí mismo, con perdón), junto con unas felices navidades.
