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Coloca a mi sobrina Coloca a mi sobrina

Coloca a mi sobrina

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Ana I. Gracia

Nos toman por tontos y lo sabemos. El socavón que separa a la clase política de la sociedad es cada vez más grande, más profundo, más doloroso. Uno tiene la amarga sensación de que los representantes públicos solo miran por su propio beneficio personal y por el de los suyos; y, el resto, pues sobrevivid como podáis.

No sé si cualquier tiempo pasado fue mejor porque siempre me ha acompañado la misma creencia: que los políticos solo nos miran cuando nos necesitan para que les demos nuestro voto. Que, hasta que la campaña electoral no llega, solo se preocupan de vivir lo mejor posible y pasar de largo de los problemas reales de la gente.

Se olvidan rápido de que están ahí para servirnos, no para servirse de nosotros, y dedican el tiempo que pisan la moqueta pública para asegurarse el presente… y el futuro.

Indigna saber que la expareja del exministro José Luis Ábalos había sido enchufada en dos empresas públicas, Ineco y Tragsatec, por el simple hecho de mantener una relación afectiva con José Luis Ábalos.

Enfada mucho más escuchar unos audios donde ella misma dice que no tiene “ni puta idea” de lo que se hace allí. Se agradece, eso sí, el arranque de sinceridad que la muchacha tuvo en sede judicial, donde reconoció que estuvo contratada en dos entidades públicas y que no fue ni un solo día a trabajar.

Lo más rocambolesco de la historia es que la propia empresa, Ineco, desmintió la versión de la empleada y anunció que trabajar, ¡claro que trabajaba! Que enviaba un informe diario con sus tareas. Es un insulto, otro más, a la inteligencia humana.

Para justificar lo injustificable, el presidente de una de esas compañías que le pagó un sueldo público a esta mujer alegó que lo hizo, lo del contrato, porque le había llegado que era la “sobrina” del ministro y había que tratarla con cariño. Todo… por ser la supuesta sobrina de.

La magnitud del escándalo es de semejante tamaño que solo se viene a la cabeza una reflexión: ¿Cuántas sobrinas, primas, mujeres, hijas o hijos de ministros, alcaldes, presidentes, secretarios generales hay colocados en las más de cinco mil empresas públicas que viven del dinero de los contribuyentes? ¿Cuándo se va a poner coto a esto? ¿Qué hacen los nuevos partidos que venían a limpiar las alfombras? ¿Por qué callan? ¿Han copiado las malas artes de la vieja política?

Es injusto que el común de los mortales tenga que vivir yendo del trabajo a casa y de casa al trabajo por un sueldo de mileurista y que, al encender el televisor, vea cómo los parientes de los políticos se lo llevan muerto por no mover el culo del sofá.

Es vomitivo que una sociedad tenga que mantener con el sudor de su frente la factura del desfase de personalidades de dudoso prestigio que solo acceden a un puesto público para vivir a nuestra costa, para saquearnos y secarnos hasta las entrañas.

Ya basta de chupópteros, de engreídos, de delincuentes de cuello blanco, de atracadores, de vividores, de puteros, de aprovechados, de oportunistas, de ladrones. Señalémoslos, echémoslos y obliguémoslos a que devuelvan hasta el último céntimo del dinero robado. No nos conformemos con que paguen sus delitos y duerman una temporada entre rejas. Denunciemos. Salgamos a la calle. No nos quedemos quietos porque es nuestro dinero.