

La calidad del turismo de una ciudad no solo depende de sus monumentos, sino de quién y cómo se relata su historia, su arte y tradiciones. En Teruel, la mayor parte de los guías turísticos acreditados transmiten con rigor y simpatía un patrimonio reconocido mundialmente, pero no todos cumplen con ese nivel.
Hace unas semanas escuché, casi por casualidad, la explicación de uno de los edificios más emblemáticos de Teruel. La guía que la ofrecía hizo que la ciudad cobrara vida ante mis ojos, expresando con conocimiento y gracia detalles desconocidos para muchos visitantes. Incluso habló de unos animales que están medio ocultos en la fachada del edificio y que, aunque soy observador, no me había percatado de su existencia hasta ese momento. Ya en anteriores actividades había coincidido con ella, y siempre me impresionó la precisión de sus datos y la solidez de sus investigaciones, aunque sobre todo llama la atención la simpatía y el encanto con que lo hace. Con su relato, no solo se entiende mejor el patrimonio turolense, sino también la huella de quienes levantaron la ciudad con su trabajo, las historias de quienes nos precedieron.
Sin embargo, esta excelencia contrasta con la proliferación de guías sin la formación adecuada que difunden leyendas sin base y que, lejos de enriquecer, perjudican la imagen y el valor histórico de Teruel. Las torres mudéjares, declaradas Patrimonio Mundial por la UNESCO en 1986, son víctimas de relatos folclóricos que restan importancia a su valor artístico e histórico. Mal trabajo si todos los turistas se quedan con esas fantasías. Esta deformación no es anecdótica: es síntoma claro del intrusismo profesional que contamina el sector turístico.
La profesión de guía turístico requiere formación oficial y acreditada, impartida en estudios que garantizan conocimiento en historia, patrimonio y atención al visitante. En Aragón, el Plan de inspección programada en materia de turismo para 2025 y 2026 pretende luchar activamente contra el intrusismo profesional, exigiendo acreditaciones oficiales y sancionando a quienes ejercen sin preparación. Ojalá se implemente correctamente y funcione.
Es necesario que el esfuerzo de nuestra comunidad se refleje también en la provincia de Teruel, donde el turismo crece y es un motor económico cada vez más importante. El sector privado y el público deben exigir rigor y responsabilidad para preservar la riqueza cultural y la confianza de los visitantes.
En definitiva, el intrusismo no solo empaña la imagen de nuestra comunidad, sino que roba su identidad genuina, su carácter, su historia, en definitiva, su idiosincrasia. Calidad, conocimiento y respeto deben ser los pilares del turismo que se debe exigir.