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Dibujos que dañan la infancia Dibujos que dañan la infancia

Dibujos que dañan la infancia

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Beatriz Izquierdo

Querido lector: Cuando uno piensa en dibujos animados, se imagina un contenido seguro e inocente, es decir, uno que no debería producir en los menores daño alguno, porque se creó, precisamente, para que ellos fueran sus destinatarios finales.

Sin embargo, existen tipos de dibujos que nada tienen que ver con lo anterior. De hecho, dentro de la industria de la pornografía existe un género muy consumido y que consiste justamente en ilustraciones. Estoy hablando del Hentai, dentro del cual encontramos la categoría de lolicon, que hace alusión al complejo de Lolita, y la categoría de shotacon para referirse a niños prepúberes. Se trata de dibujos que, en muchos casos, muestran imágenes de menores absolutamente sexualizadas y sometidos a muy distintas aberraciones.

Es importante ser consciente de que este tipo de contenido escapa a cualquier tipo de censura, pues no se considera material de pornografía infantil ya que no se trata de imágenes reales de niños, sino dibujos. Son, por tanto, legales en nuestro país, salvo que sea un contenido tan realista que sea difícil diferenciarlo de un contenido en el que sí aparecen menores.

En puridad, las imágenes de estos tipos de animación no son de niños reales, pertenecen al mundo de la fantasía, y es ahí donde nuestro juicio debe llegar: ¿qué tipo de fantasías debe alimentar una sociedad democrática avanzada?, ¿es coherente que se creen programas, a nivel internacional, para prevenir los impulsos delictivos de los pedófilos mientras se permiten estas ilustraciones?

Proteger el interés superior del menor, en toda su extensión, incluye tener que evitar este tipo de imágenes vejatorias para proteger la dignidad de la infancia. La imagen de un niño, con independencia de cómo se haya creado, debería ser respetada y no vilipendiada de la peor manera posible.

Hemos sido capaces de proteger símbolos y emblemas patrios, castigando las ofensas y ultrajes a los mismos. ¿Cómo no vamos a ser capaces de proteger la imagen de la infancia?

¡Hasta la próxima columna, querido adulto responsable!