

Imagino que los guionistas especializados en distopías locas ubicadas temporalmente en un futuro próximo deben andar actualizando sus currículums, haciendo cursos de reciclaje profesional o estudiando las condiciones de la jubilación anticipada. Si han visto Years and years, Her o Día cero me entenderán perfectamente: la realidad supera cada día las tramas que debieron escribir pensando “esto es muy loco, tío”.
Nuestra cotidianeidad está esperando la hecatombe zombi y la invasión alienígena para poner un puntito más de emoción a nuestros días. O el ciberataque de Putin. Sé que lo habrán leído cien veces esta semana: pandemia, volcán, dana, apagón… Un no parar en el que vamos descubriendo que, por muchos eslóganes volitivos y muchas cervezas que nos tomemos antes de que se calienten por falta de refrigeración, de todo esto no salimos mejores ni más fuertes ni más jóvenes ni más guapos.
Los que pasamos abiertamente de montar el kit de supervivencia recomendado por la UE estuvimos el lunes maldiciendo por no contar con una mala linterna (no me hizo falta, que el apagón transcurrió de día para mí), agua embotellada (la verdad es que no perdí el suministro), latas (la caballa y el atún siguen en la despensa) y, sobre todo, un transistor a pilas.
Cómo eché de menos la radio. Sólo pudimos acceder desde el coche a la única emisora que se oía en el tercer sótano del garaje (tampoco se podía salir porque la puerta era eléctrica) y en aquella oscuridad y con esas dosis de gases potencialmente mortales casi que no era buena idea.
Lo cierto es que jugamos al parchís, leímos, recogimos un poco la casa, charlamos, salimos a la caza de papas, rosquilletas y fiambre… Un día diferente que, en mi caso, nos pilló de fiesta local y no produjo mayores daños ni desasosiego una vez localizado mi padre. Pero sí: pasó lo que nos prometieron que era imposible que pasara y, al margen de los 1.600 millones de euros y, sobre todo, de las cinco vidas perdidas como daño colateral, lo que más ha dolido en este presente distópico ha sido la falta de información y el que, una vez más, nos tomen por tontos. Por si acaso, voy encargando un transistor. A pilas.