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El Belén de San Pedro El Belén de San Pedro
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Juan Cañada

Un año más, las puertas de la capilla del antiguo seminario vuelven a abrirse para mostrar una de las tradiciones navideñas más queridas por los turolenses: el Belén de San Pedro. En estos días me he preguntado cuáles podrían ser las referencias más significativas de la Navidad en la capital de Teruel y, sin duda, una de ellas sería la visita a este belén monumental, junto con los conciertos navideños de la Polifónica Turolense y las representaciones musicales y artísticas de los distintos grupos en las residencias de mayores y en los centros de atención a personas con discapacidad intelectual.

Se atribuye a san Francisco de Asís la organización de una celebración de Nochebuena con un nacimiento y un borrico y un buey vivos. Pretendía mostrar al pueblo sencillo el misterio de la Encarnación de Jesucristo. Poco a poco, aquella experiencia se fue difundiendo por las iglesias de Italia y, más tarde, por toda Europa, primero como montajes vivos o relieves y, después, mediante figuras móviles. En España, el misterio del nacimiento y la infancia de Jesús se presentó como catequesis ya a partir del siglo XIII y, desde entonces, la historia de amor más hermosa del mundo se ha hecho presente en casi todas las ciudades y aldeas, llevando esta tradición también a los pueblos de América y Filipinas.

No pretendo relatar aquí la historia de los nacimientos, sino hablar del que tenemos en la capital. Sus comienzos fueron sencillos, como corresponde a las cosas grandes, en una capilla lateral de la iglesia de San Pedro; de ahí su nombre. La admiración de los visitantes hizo que los promotores y artesanos que lo han construido fueran añadiendo figuras, escenas del nacimiento de Jesús y representaciones arquitectónicas de la ciudad, así como grupos o personajes populares, como la escena de los joteros bailando y otras muy entrañables que recuerdan la vida cotidiana de cualquier pueblo, por ejemplo la señora que porta una canasta de huevos y, por un tropiezo, los ve acabar en el suelo. O las ciénagas en las que pululan unos peces mientras unos cocodrilos esperan al acecho. Una de mis favoritas es la del molino de harina articulado con energía hidráulica, que hace caer unos mazos con fuerza sobre el trigo que espera ser molido.

Son muchos los turistas que vienen a conocer este magnífico belén desde ciudades lejanas; incluso he conocido a un grupo de mexicanos que han viajado para descubrir las tradiciones navideñas de España e incluyeron en su periplo la ciudad de Teruel tras conocer la singularidad de este belén, construido con figuritas pero, sobre todo, con mucho amor. Los artesanos que lo hacen posible son, en su mayoría, personas jubiladas que aportan muchas horas de trabajo y experiencia para narrar una catequesis con las figuras que moldean. Un hermoso trabajo en el que se muestra la historia más hermosa jamás escrita: la de un Dios que se hace hombre para salvar a la humanidad.