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Buenos propósitos Buenos propósitos

Buenos propósitos

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No descubro nada si digo que el 2020 está siendo una mierda. Así, en líneas generales. Quién nos iba a decir el 31 de diciembre del año pasado, cuando nos comíamos la uvas, que todo iba a saltar por los aires por un virus que nos ha dejado claro que no somos indestructibles, como nos habíamos pensado.

En marzo, cuando tuvimos que quedarnos en casa, el mundo se llenó de mensajes positivos, diciendo que esto nos iba a hacer más fuertes y que nos iba a cambiar -para mejor- como sociedad.

No descubro nada si digo que, a mediados de agosto, ya podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que de eso nada, que seguimos siendo -en líneas generales- los mismos.

Y es que un virus tiene capacidad para jodernos la salud y para hundir la economía, pero no para cambiar a las personas. Los egoístas, los rencorosos, los cenizos y los idiotas de manual siguen siendo egoístas, rencorosos, cenizos e idiotas de manual desde que se levantan hasta que se acuestan, y no hay virus que los cambie.

Pero si la montaña no va a Mahoma, igual Mahoma debe ir a la montaña. Y ya que como sociedad seguimos siendo igual, hagamos un esfuerzo personal para que nos afecte lo mínimo.

He decidido, después de las (por supuesto) merecidas vacaciones, poner en marcha un plan. Es sencillo. Se trata simplemente de alejarme lo máximo posible de la gente tóxica. De la gente que vive en el barro y en la confrontación, que siempre busca el lado negativo de las cosas y que acaba chupándote la energía.

Se que es complicado, que no siempre va a ser posible, pero me he marcado ese reto, igual que cada año el 1 de enero decido volver al gimnasio. Y lo voy a intentar porque, si no, los egoístas, cenizos e idiotas de manual se acabarán imponiendo y me niego a resignarme.

Lo bueno de todo esto es que, a diferencia del coronavirus, este tipo de personas no son asintomáticas. Se les ve venir a lo lejos y no hace falta mascarilla o vacuna para protegerse. Es tan fácil como poner distancia de seguridad y dejar que se consuman en sus pequeñas o grandes miserias. Que se las queden para ellos.