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Clint Clint
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Juan Corellano

Ayer cumplía años un nombre ineludible para todo aficionado al cine. 90 años le cayeron a un Clint Eastwood que, mientras uno se lo imagina farfullando y trasegando cervezas en el patio de su casa a lo Gran Torino, sigue activo en plena senectud. Pecando de una absoluta falta de originalidad, confieso que este hombre ocupa un lugar especial en mi humilde cinefilia de ir por casa. 

Él fue uno de los primeros autores que me llevó de la mano, esa supuestamente ‘invisible’ que atesoran los realizadores que no gustan de hacerse notar con grandes artificios, a interesarme por saber cómo demonios funcionaba eso de hacer películas y quién estaba detrás. Uno de los primeros que me invitó a escoger un filme no por las caras que había en el poster, sino por el nombre que se escondía tras el ‘Directed by’. 

Más allá de una filmografía que se defiende sola, la simple figura de Eastwood ya resulta de por sí fascinante. Excelso a través del cánon, de las películas de 120 minutos y tres actos indisolubles, se le considera uno de los grandes últimos exponentes de ese Hollywood clásico que un día fue, y ya no es. Una de las grandes ‘vacas sagradas’ del cine estadounidense que, sin embargo, comenzó forjando su fama en el cine italiano. Por un puñado de dólares hasta llegar al Million Dolar Baby. 

“Alguien que no ha dicho más de tres líneas seguidas en doce películas”. Así se definía en 1973 cuando sustituyó en los Óscar a un ausente Charlton Heston. Lo cierto es que siempre ha sido un hombre parco en palabras, tanto en el cine como en la vida. Tampoco le hacían falta demasiadas a un tipo capaz de llenar la pantalla rumiando una faria como si fuera un palo de regaliz. 

Capaz de superar su consabida condición de guapo, primero fue el bueno, después el sucio y ahora para muchos el cascarrabias. Últimamente trascienden más sus controvertidas opiniones políticas que sus películas, y reconozco que no congenio especialmente con ninguna de las dos. No importa. Para mí, sigue siendo todo un regalo ese momento en el que se apagan las luces, se enciende una pantalla y mis ojos leen las palabras ‘Directed by Clint Eastwood’.