Esta semana me enteré de que la serie del momento en Netflix versa sobre el (aparentemente) olvidado mundo del ajedrez. Y yo confesando la semana pasada en esta columna que veía vídeos de escalada sin haber trepado en mi vida. Así es la realidad, siempre dispuesta a pasarte por la derecha en un pestañeo.
En los niveles de overbooking de ficción en los que nos movemos actualmente, a uno ya no le sorprende casi nada. Hay que hacer series como churros, no se vaya a aburrir la gente, y si nos vamos quedando sin temas y la nueva gran historia ha de ser sobre ajedrez, pues ajedrez sea.
En el terreno de las historias sobre deporte el listón ya estaba muy alto, todo hay que decirlo. Por muy inesperada que resulte la temática de la nueva serie del momento, la película Cool Running, conocida en Latinoamérica como Jamaica bajo cero, siempre estará por encima. Este filme narra la participación de Jamaica en los JJOO de invierno de 1988, concretamente en la modalidad de bobsleigh. Jamaicanos en trineo, supera esa.
Visto lo visto, estoy empezando a preparar un ambicioso proyecto que venderé al mejor postor de los HBO, Netflix, Amazon Prime y compañía. Voy a adaptar aquel titular que todavía resuena con fuerza en nuestras cabezas: “Volveré a estudiar; de la petanca no se puede vivir”. La hazaña deportiva de nuestro tiempo.
Gambito de dama, así se llama la popular serie de ajedrez. Al principio no entendí muy bien el nombre. Por intuición, pensé que se trataba de una especie de primo hermano del gambeteo futbolístico. Ese término heredero del tango, y de referirse a las piernas como ‘gambas’, que define cómo los buenos peloteros bailan con sus pies en torno al balón para zafarse del rival.
Pero no acababa yo de imaginarme a Kaspárov haciendo fintas sobre el tablero, así que busqué en Google. Entonces entendí que se trata de un movimiento de ajedrez por el cual sacrificas una pieza en pos de conseguir una ventaja. En este caso concreto, el sacrificio de la dama. Sigo fascinado con que una serie de esta temática haya triunfado en todo el mundo y también en nuestro país. Sobre todo porque, según los últimos acontecimientos, en España somos más de gambito de rey.