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Operación First Thing Operación First Thing

Operación First Thing

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Juan Corellano

Una de las comidillas informativas de los últimos días está siendo la conocida como Operación Kitchen. Podría ser una trama de corruptelas más en un país consumido por la política en B, esa que se hace por debajo de la mesa cuando nadie mira. Sin embargo, por sus revelaciones, estamos ante uno de los tejemanejes más turbios de nuestra historia reciente. Según las conclusiones del sumario recientemente publicado, la policía espió ilegalmente al extesorero del Partido Popular, José Luis Bárcenas, con el fin de sustraerle información comprometedora para altos cargos del PP, entonces en el Gobierno, que guardaba en su poder. 

Ante la gravedad del asunto, mi ojo clínico para el detalle estúpido ha reparado en el nombre de la operación: Kitchen. Un bautismo sin duda decepcionante, pues tratándose de una operación de espionaje encubierto uno esperaba nombres a la altura de la saga 007 como Skyfall o Thunderball. Personalmente, cuando asocio la Operación Kitchen y el PP me imagino a Alberto Chicote en la cocina de la sede de Génova, berreando al personal que es asqueroso guardar billetes en la balda de las especias. Tampoco se puede culpar a los investigadores, estas columnas son una buena prueba de que, ante la difícil tarea de ponerle nombre a un trabajo, uno se sirve de lo primero que pilla. En el caso de esta trama de corrupción, lo primero que pillaron fue el apodo de uno de los implicados, conocido como el cocinero, y principal protagonista de la historia junto al chófer de la mujer de Bárcenas. Todos flipando con Parásitos y resulta que solo era una mala adaptación de la historia contemporánea de España. 

Como traca final, las últimas revelaciones del caso Kitchen supusieron la imputación del exministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, ese señor que aseguraba tener un ángel de la guarda llamado Marcelo que le ayudaba a aparcar el coche o que en un encuentro con Benedicto XVI el Papa le confesó que el mismísimo diablo quería acabar con España. Verás cuando se enteren de que el diablo, al menos el nuestro, se conforma con poner fin al 5G. 

Se me van acabando las líneas y llega la árdua tarea de titular esta sucesión de palabras. No hace falta que nadie me espíe para saber que voy a usar lo primero que pille.