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Un robot Un robot
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Juan Corellano

Ya están aquí. A comienzos de la semana pasada, el medio de comunicación anglosajón The Guardian publicó un editorial con el siguiente título: “Un robot ha escrito este artículo entero. ¿Ya estás asustado, humano?”. El resultado de este arriesgado experimento mediante inteligencia artificial, aunque algo perturbador, resulta genuinamente interesante. 

Con seguridad, la opinión de todo el mundo se centrará en la parte robótica y automatizada, pero también es importante que no pase desapercibida la apuesta de poner algo de intelecto a escribir el editorial de un periódico. Algo sin duda inaudito en la historia de algunas publicaciones. 

Para conseguir el resultado final, los responsables del medio aseguran que solo tuvieron que editarlo mínimamente, escribir las primeras líneas y cerrar un tema: la defensa de por qué los robots y la inteligencia artificial no son una amenaza para el ser humano. 

La defensa de nuestro amigo GPT-3 –que como Juan no estoy para dar lecciones, pero aquí todo pensado y repensado hasta que llega la hora de poner el nombre– toca todos los clásicos. Desde el ‘no podríamos existir sin vosotros’, hasta el para que os vamos a matar si ya lo hacéis vosotros solos’. También reconoce que no le atrae ser todopoderoso porque es muy cansado. Ahí es donde, personalmente, me ganó como aliado.

Aunque un robot jurando que no quiere matarte es lo más cercano a una distopía que podemos tener al alcance ahora mismo, resulta gracioso ver cómo la realidad difiere de nuestras disparatadas fantasías y estas avanzadas tecnologías siguen envueltas en la mundanidad. Este mismo artículo es un ejemplo, con un potente generador de lenguaje trabajando para la prensa escrita, que sabe dios vive actualmente su momento más álgido. 

En los 80 el mundo soñaba bajo los parámetros de Regreso al futuro y Terminator. En 2020, lo más parecido que tenemos a un patinete volador es cuando nuestro gato se monta encima de la Roomba y el mejor robot del que disponemos sigue siendo Arnold Schwarzenegger, porque aunque sigan pasando los años mantiene la cara tensa y tersa como el parche de un tambor de Calanda. Personalmente, os puedo asegurar que no estoy asustado. La verdad es que no hacía falta que viniera un robot para que alguien se diera cuenta de lo infames que son mis columnas.