Sin prisa, pero sin pausa, la pérdida de población sigue siendo una lluvia fina que descarga sobre el amplio territorio turolense. Recientemente apareció un informe en Heraldo de Aragón en el que se ponía de manifiesto que dos de cada tres comarcas aragonesas habían perdido escolares en los últimos diez años y solamente la inmigración estaba evitando que la situación empeorase más. En el espacio de tiempo al que hace referencia el citado informe solo 12 de las 33 delimitaciones comarcales de la Comunidad habían experimentado un aumento de alumnos por encima del 1% y, entre esa docena, cuatro eran turolenses: Gúdar-Javalambre, Bajo Martín, Jiloca y Matarraña.
En el intento de romper esa especie de bucle melancólico en el que Teruel vive ya desde hace muchos años a cuenta de la falta de personal, el Gobierno de Aragón mantiene escuelas abiertas a partir de tres alumnos y este mismo curso, en la provincia están abiertos 35 colegios con diez o menos niños, todo un desafío para los profesionales de la docencia, habida cuenta de las diferentes edades de esos alumnos. Y ahí está, precisamente, la madre del cordero. Uno, que no es docente, pero que sí tiene relación con algunos de estos profesionales, ha escuchado quejas reiteradas sobre la viabilidad educativa de estas escuelas, que chocan directamente con ese mantra tan repetido de que si un pueblo pierde su escuela, pierde su futuro.
En estos tiempos tan cambiantes me parece que la premisa anterior ya no tiene el valor que se le supuso en el pasado, puesto que hay muchos padres que, disponiendo de escuela en el pueblo de residencia, optan por llevar a sus hijos a otro centro con una masa crítica de alumnado muy superior a esas ratios tan estrechas. Soslayando el coste económico de mantener esas escuelas de alumnado tan raquítico, que sería otro debate, hay que reconocer que, en materia de educación, la gente opta también por elegir núcleos más poblados y con mejores servicios, incluido internet. Y eso explicaría que en el informe al que me he referido al inicio quede reflejado que los colegios que crecen son los cercanos a lugares con actividad económica boyante. Ya no hay tiempo para la melancolía.
En el intento de romper esa especie de bucle melancólico en el que Teruel vive ya desde hace muchos años a cuenta de la falta de personal, el Gobierno de Aragón mantiene escuelas abiertas a partir de tres alumnos y este mismo curso, en la provincia están abiertos 35 colegios con diez o menos niños, todo un desafío para los profesionales de la docencia, habida cuenta de las diferentes edades de esos alumnos. Y ahí está, precisamente, la madre del cordero. Uno, que no es docente, pero que sí tiene relación con algunos de estos profesionales, ha escuchado quejas reiteradas sobre la viabilidad educativa de estas escuelas, que chocan directamente con ese mantra tan repetido de que si un pueblo pierde su escuela, pierde su futuro.
En estos tiempos tan cambiantes me parece que la premisa anterior ya no tiene el valor que se le supuso en el pasado, puesto que hay muchos padres que, disponiendo de escuela en el pueblo de residencia, optan por llevar a sus hijos a otro centro con una masa crítica de alumnado muy superior a esas ratios tan estrechas. Soslayando el coste económico de mantener esas escuelas de alumnado tan raquítico, que sería otro debate, hay que reconocer que, en materia de educación, la gente opta también por elegir núcleos más poblados y con mejores servicios, incluido internet. Y eso explicaría que en el informe al que me he referido al inicio quede reflejado que los colegios que crecen son los cercanos a lugares con actividad económica boyante. Ya no hay tiempo para la melancolía.
