

A falta de tren, la única manera de llegar a Teruel hoy en día en transporte público es el autobús. Y no sé si ustedes se han pasado últimamente por la Estación de Autobuses de nuestra ciudad, pero les garantizo que la imagen es desoladora. Goteras por todas partes, techos desconchados que parecen a punto de ceder, paredes llenas de humedades, peldaños rotos en las escaleras de acceso, baños vandalizados con pintadas y una sensación de abandono digno de una película apocalíptica.
¿Quién es el responsable de esta situación tan lamentable? Vamos a tratar de explicarlo. Actualmente, una Unión Temporal de Empresas formada por Vectalia y la constructora Pavasal es la adjudicataria de la explotación de la estación. Ganaron el concurso con una duración de 15 años allá por noviembre de 2011, tras prometer una inversión de 171.000 para mejorar una infraestructura que recibió en un estado ya bastante lamentable.
A cambio de pagar un cánon de 20.000 euros anuales al Ayuntamiento, la UTE adjudicataria se comprometía a “remodelar el edificio en el que se instalarán nuevos sistemas de acceso de entrada y salida de autobuses, se renovará la iluminación, la cartelería y el pavimento de las rampas de acceso y se instalarán sistemas de videovigilancia y de protección contra incendios”. Desconozco si se invirtieron esos 171.000 euros de entrada, pero lo que está claro es que 14 años después, la inversión en mantenimiento es vergonzoso.
Cómo será la cosa que se estropeó el cartel luminoso donde se indicaba la salida y llegada de los autobuses durante meses y la empresa aseguraba que no era capaz de arreglarlo porque no encontraba nadie que supiese hacerlo. Eso por no hablar sobre el bar, que ha estado cerrado durante años porque “nadie quiere alquilarlo”. Habría que preguntarles cuánto se pide por el alquiler y qué condiciones imponen, porque quizás ahí esté el problema.
En trabajadores tampoco es que invierta mucho la UTE. Repasando las numerosas quejas que hay en las reseñas de Google sobre nuestra estación, una usuaria critica el frío que hacía en enero en las instalaciones y la falta de personal.
La respuesta de la empresa es para enmarcar: “El señor que lleva información y consigna también lleva el parking además de atender muchas otras obligaciones que implican salir de la oficina. Es por ello que en la puerta hay un interfono para comunicarte con él. Y esto lo hace un solo señor que creo que se merece algo más de respeto que decir que abre cuando le apetece”. Telita de respuesta.
No todo es culpa de la empresa adjudicataria. Las goteras las tiene que solventar el Ayuntamiento. Ya ha licitado las obras para sustituir la cubierta del edificio. Una inversión de 58.432,67 euros que sólo resolverán el problema en el hall de espera (olvidando las dársenas) y que, en cuanto se adjudiquen, deberán llevarse a cabo en un plazo de tres meses.
El problema es que la estación lleva con goteras desde hace años, pero se nota que ningún edil usa este sistema de transporte público.
El nivel de ignorancia sobre esta infraestructura es de tal calibre que estuvo operando durante 17 años sin permiso de actividad. Fue la entonces concejal de Contrataciones, Emma Buj, la que tuvo que apoquinar 41.000 euros para renovar la instalación eléctrica y los sistemas anti incendios para conseguir legalizar la obra. Así que los consistorios socialistas anteriores tampoco es que puedan sacar pecho de la gestión que se hizo con anterioridad.
Una vez más, nosotros los ciudadanos somos los grandes perjudicados. ¿No hay unos mínimos de personal y servicios que se puedan exigir a la UTE adjudicataria bajo amenaza de sanción? ¿No debería reinvertir el Ayuntamiento el cánon anual de 20.000 euros en mantener al día esta infraestructura?
Con el cierre de la conexión ferroviaria, la estación de autobuses fantasma se ha convertido en nuestra carta de presentación para propios y extraños. A los de fuera les invitamos a irse y a los de aquí a preguntarnos dónde van a parar nuestros impuestos una vez más.
¿Quién es el responsable de esta situación tan lamentable? Vamos a tratar de explicarlo. Actualmente, una Unión Temporal de Empresas formada por Vectalia y la constructora Pavasal es la adjudicataria de la explotación de la estación. Ganaron el concurso con una duración de 15 años allá por noviembre de 2011, tras prometer una inversión de 171.000 para mejorar una infraestructura que recibió en un estado ya bastante lamentable.
A cambio de pagar un cánon de 20.000 euros anuales al Ayuntamiento, la UTE adjudicataria se comprometía a “remodelar el edificio en el que se instalarán nuevos sistemas de acceso de entrada y salida de autobuses, se renovará la iluminación, la cartelería y el pavimento de las rampas de acceso y se instalarán sistemas de videovigilancia y de protección contra incendios”. Desconozco si se invirtieron esos 171.000 euros de entrada, pero lo que está claro es que 14 años después, la inversión en mantenimiento es vergonzoso.
Cómo será la cosa que se estropeó el cartel luminoso donde se indicaba la salida y llegada de los autobuses durante meses y la empresa aseguraba que no era capaz de arreglarlo porque no encontraba nadie que supiese hacerlo. Eso por no hablar sobre el bar, que ha estado cerrado durante años porque “nadie quiere alquilarlo”. Habría que preguntarles cuánto se pide por el alquiler y qué condiciones imponen, porque quizás ahí esté el problema.
En trabajadores tampoco es que invierta mucho la UTE. Repasando las numerosas quejas que hay en las reseñas de Google sobre nuestra estación, una usuaria critica el frío que hacía en enero en las instalaciones y la falta de personal.
La respuesta de la empresa es para enmarcar: “El señor que lleva información y consigna también lleva el parking además de atender muchas otras obligaciones que implican salir de la oficina. Es por ello que en la puerta hay un interfono para comunicarte con él. Y esto lo hace un solo señor que creo que se merece algo más de respeto que decir que abre cuando le apetece”. Telita de respuesta.
No todo es culpa de la empresa adjudicataria. Las goteras las tiene que solventar el Ayuntamiento. Ya ha licitado las obras para sustituir la cubierta del edificio. Una inversión de 58.432,67 euros que sólo resolverán el problema en el hall de espera (olvidando las dársenas) y que, en cuanto se adjudiquen, deberán llevarse a cabo en un plazo de tres meses.
El problema es que la estación lleva con goteras desde hace años, pero se nota que ningún edil usa este sistema de transporte público.
El nivel de ignorancia sobre esta infraestructura es de tal calibre que estuvo operando durante 17 años sin permiso de actividad. Fue la entonces concejal de Contrataciones, Emma Buj, la que tuvo que apoquinar 41.000 euros para renovar la instalación eléctrica y los sistemas anti incendios para conseguir legalizar la obra. Así que los consistorios socialistas anteriores tampoco es que puedan sacar pecho de la gestión que se hizo con anterioridad.
Una vez más, nosotros los ciudadanos somos los grandes perjudicados. ¿No hay unos mínimos de personal y servicios que se puedan exigir a la UTE adjudicataria bajo amenaza de sanción? ¿No debería reinvertir el Ayuntamiento el cánon anual de 20.000 euros en mantener al día esta infraestructura?
Con el cierre de la conexión ferroviaria, la estación de autobuses fantasma se ha convertido en nuestra carta de presentación para propios y extraños. A los de fuera les invitamos a irse y a los de aquí a preguntarnos dónde van a parar nuestros impuestos una vez más.