Síguenos
Abeto espacial Abeto espacial

Abeto espacial

banner click 244 banner 244
Javier Silvestre

Estupefacto me he quedado al ver la decoración navideña de este año en la plaza del Torico. Si siempre me ha parecido bastante ingenioso utilizar nuestro monumento más conocido como tronco de un abeto, no es menos cierto que cada año que pasa la decoración del árbol me parece más lamentable.

Decía la alcaldesa, Emma Buj, que los planetas, estrellas, cohetes y demás abalorios que engalanan las ramas son “un guiño al cohete Miura I, recientemente lanzado al espacio y cuyos motores se probaron en Teruel”. La idea, en la cabeza de los responsables, debía sonar muy bien… pero la ejecución es bochornosa, ¿para qué engañarnos?

Durante la rueda de prensa de presentación del alumbrado, Buj, acompañada del concejal de Fiestas, Eduardo Suárez; del gerente del Centro Comercial Abierto de Teruel, Rodolfo Pangua y del director de la Escuela de Hostelería, Luis Berzosa, sostenían en sus manos un cohete, dos estrellas y un planeta.

Aunque no pongo en duda las buenas intenciones de los responsables municipales, me sorprende que nadie viese un boceto de la decoración y dijese: “¿Pero esto qué es?” O que, una vez con semejantes recortables XXL en sus manos, no se mirasen con estupor pensando lo cutre de la plasmación de una presumible buena idea.

Puestos a hacer guiños al cohete Miura I podían haber puesto unos motores a reacción o bidones con queroseno líquido… ¡Qué sé yo! Y el año que viene, que cuelguen jamoooooones de Terueeeeel para hacer un guiño al anuncio televisivo que sigue atormentándonos a diario en las cadenas nacionales. Y para promocionar Dinópolis que pongan unos cuantos velociraptors y unos tiranosaurios rex posados de rama en rama.

A ver, ¿por qué nos empeñamos en convertir el árbol de la plaza del Torico en algo que no es? Dice la alcaldesa que le “encanta la Navidad”, pero monta un planetario -digno de un taller de manualidades de una guardería- en el sitio más visitado de nuestra ciudad. No sé cuánto habrá costado la ocurrencia, pero quizás habiendo invertido un poco más y tirando de gente con buen gusto se podría haber hecho este “guiño” sin que se nos caiga la cara de vergüenza.

Ha habido otros años que, dentro de lo recargado del asunto, se ha hecho con mucho más gusto. Recuerdo cuando se llenó el abeto de palabras relacionadas con la Navidad, otro en el que había una cortina de luces blancas, otro con corazones discretos que sí que representaban a la ciudad del amor con elementos decorativos bastante comedidos. Pero no sé qué pasa últimamente que la tendencia decorativa del abeto ha tendido al gigantismo. Estrellas enormes el año pasado y sistemas planetarios descomunales en esta ocasión. Al final, lo del abeto jurásico no será una idea tan descabellada… ¡Al tiempo!

La iluminación navideña siempre incita al consumo, por eso en muchas ciudades son los propios comerciantes los que pagan el alumbrado de sus calles. En Teruel, afortunadamente, las luces han abandonado el centro de la ciudad y ese ambiente inunda discretamente otros rincones de diferentes barrios. Quizás en estos caso esté más justificada cierta dejadez estética. Pero no es de recibo que el epicentro donde propios y extraños nos haremos fotos estas fiestas presente semejante conjunción planetaria de mal gusto.

Se puede hacer un guiño al espacio sin caer en el esperpento. Unos planetitas discretos, de corchopán, en tres dimensiones. Unas luces que simulen las estrellas que brillan en el cosmos. Si me apuran, algún pequeño cohete intentando surcar el espacio en busca de vida… Pero parece que el horror vacui es la piedra filosofal de la persona encargada de la decoración del abeto en los últimos años.

Pongamos un poco de talento en nuestra carta de presentación navideña de cara al año que viene, por favor. Huyamos del gigantismo y dejen que alguien con un mínimo criterio estético diseñe la decoración del árbol de Navidad.