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Eterna equivocación Eterna equivocación

Eterna equivocación

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Javier Silvestre
La Asociación Turolense de Amigos del Ferrocarril (Ataf) está que trina y no es para menos. Han comenzado los trabajos para rebajar la cota de las vías del tren a su paso por el Puente de la Equivocación y auguran que esta solución será un auténtico desastre. Les resumo la situación por si no están al día.

El Ayuntamiento se ha gastado 580.000 euros en renovar este acceso a la ciudad. Las obras contaban con el visto bueno de ADIF (responsable de las infraestructuras ferroviarias), pero, ¡oh, sorpresa!, cuando finalizan se dan cuenta de que no caben los trenes por debajo del puente si hay que incorporar las catenarias. Empieza un tira y afloja entre el consistorio y el Ministerio de Transportes, en el que se acuerda no adelgazar el tablero del puente colocando una losa más fina que permita electrificar las vías. Eso implicaría volver a cortar este acceso a la ciudad y no está el horno para bollos en el despacho de la alcaldesa. Así que la última decisión adoptada, tal y como adelanta este periódico en su edición de este sábado, consiste en rebajar el terreno por donde pasan las vías y los trenes. 

¡Pues ya estaría! ¡Todo solucionado! Sólo hay varios problemas según los expertos ferroviarios. El primero y más importante: rebajar el terreno implica rehacer todos los accesos a la estación. Levantar vías y apeaderos de servicio construidos hace sólo tres años. 

Además, supone generar un bache que obliga a rehacer parte de las vías y catenarias ya instaladas hasta ese punto exacto. Pero, para mí, lo más grave: sitúa este acceso a la estación en una cota inundable por su cercanía al río Turia. Es decir, que a cualquier crecida del Alfambra habrá que cruzar los dedos para que no se llene todo de agua y barro y quede interrumpida la circulación ferroviaria. Eso por no hablar del paso a nivel adjudicado ya, que pasa por debajo de las vías, y al que tendremos que acceder con neopreno y escafandra. 

Hay muchos más detalles muy bien explicados en el blog de Ataf que les invito a leer para que entiendan la chapuza de solución por la que se ha optado. Nadie dice que el problema sea fácil solventar, pero ya que se toman decisiones deberían de hacerse con un mínimo de cabeza. Porque, insisto semana tras semana, estos desastres los pagamos los ciudadanos de nuestros bolsillo. Ni la alcaldesa, ni Óscar Puente, ni -si me apuran- Ursula von der Leyen. Nosotros: con nuestras nóminas, con el IVA cada vez que compramos algo, con los sablazos de impuestos de la gasolina, con absolutamente cada gesto que hacemos a diario. 

Parece mentira que hace 125 años los ingenieros que construyeron la estación de tren de Teruel (y que ya elevaron el terreno previendo crecidas del río) tuviesen más sentido común que los actuales técnicos y responsables políticos. Al final se trata de tapar una chapuza con otra chapuza aún más flagrante. No pasa nada, el ciudadano está acostumbrado a aceras que no duran ni una legislatura porque algún iluminado metió la pata.

¿Qué tal si se lo descontamos directamente del sueldo a los responsables? Porque yo estoy muy harto de ver cómo se toman decisiones a todas luces erróneas para tapar otras aún más catastróficas. No sé si los técnicos cada vez están menos preparados o si les interesa equivocarse a propósito para inflar el monto final de cualquier obra pública. 

Viendo cómo se lucran algunos políticos y algunas grandes constructoras con semejantes chapuzas no puedo evitar pensar mal y sospechar que saben perfectamente lo que hacen. Porque no se puede ser más incompetente. No me extraña que cale en la sociedad el discurso de “cualquier tiempo pasado fue mejor" porque vivimos en una vergonzosa e indignante eterna equivocación.