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Gilipollas

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Javier Silvestre
Si me lee hoy antes de las 12 del mediodía aún está a tiempo. Hace muchos años que no acudo a ninguna manifestación. Trabajo en medios de comunicación y sé cómo se retuercen las informaciones (con claros intereses ideológicos) para transformar cualquier protesta legítima en una descalificación hacia el ciudadano que sale a la calle a ejercer sus derechos. Sin embargo, hoy saldré a la calle. De día, lejos de matones encapuchados organizados que sólo buscan incendiar las calles.

Muchos de ustedes dirán que no están de acuerdo con los manifestantes, con sus formas, con sus afinidades políticas. Pero esto va de democracia pura y dura. Ni tan siquiera voy a entrar a cuestionar a qué pactos se han llegado, si esto implica acabar con la separación de poderes o si es una evolución necesaria para nuestro país como nos tratan de vender. Me voy a lo sencillo. A lo básico. A lo que realmente es incontestable.

¿Estaría Pedro Sánchez haciendo estas concesiones si no necesitase los siete votos de Puigdemont? La respuesta es simple y no admite réplica: No. Entonces, ¿por qué se nos vende que esto era una “necesidad” para que nuestro país “avance” si 48 horas antes de las Elecciones Generales del 23J estas medidas no estaban en el programa electoral de ningún partido? (Excepto en el de los independentistas, claro está.)

Los políticos se llenan la boca con la palabra “democracia” pero, usted, votante socialista… ¿habría votado igual si hubiese sabido que se iba a pactar con Junts? Aléjese del ruido, del argumentario de los tertulianos, de las consignas para justificar este pacto. Le repito la pregunta: Si hubiese sabido que Pedro Sánchez iba a pactar con Puigdemont, haciendo todo lo contrario a lo que le había dicho hasta desgañitarse durante años… ¿le habría votado? ¿O se habría quedado en casa? 

La respuesta está clara. La mayoría de ustedes no le habrían votado. Punto final. Ahora, si quieren, podemos entrar a discutir si es preferible un Gobierno autodenominado progresista o uno con la temible derecha rancia de siempre… pero para eso tenemos cuatro años por delante. 

A mí, lo que me cabrea como ciudadano, es lo de siempre. Que me vendan democracia, pero no pueda votar con transparencia. Cuando depositamos nuestros votos lo hacemos confiando en unas ideas, en unas promesas… Pero los partidos se empeñan en incumplir sistemáticamente aquello que dicen que van a hacer. Nos hemos inmunizado al incumplimiento de los programas electorales y, lo que es peor, justificamos que hagan lo contrario de lo prometido porque nos inoculan el virus de “la alternativa es el mal”, venga del lado que venga.

Todos juegan al mismo juego. “¿Pactará usted con Vox?” Silencio o balones fuera. Para luego justificarlo bajo el argumento de la izquierda “va a romper España”. Nos tratan como indigentes mentales y, lo peor, es que se lo permitimos cada vez que votamos desde la trinchera. Nos quieren convertir en soldados sin criterio para aborregarnos y contar con unos votantes nicho que jamás cambien su voto.

La última vez que acudí a una manifestación (más allá de coberturas periodísticas) fue en febrero de 2003. Tres millones de personas salimos a la calle para decir “No a la guerra” de Irak. Volví a casa feliz hasta que puse la tele y vi que me habían incluído en una masa que quería enviar a Aznar al paredón. Nada más lejos de la realidad. Al menos para muchos de los que estábamos allí con una intencionalidad más utópica que política.

Hoy domingo pasará lo mismo. No saldré a la calle para evitar que el PSOE gobierne con quien considere (faltaría más, la aritmética parlamentaria es injusta pero es la que es). Saldré porque votamos sin saber qué estábamos votando realmente. Saldré porque votar a un partido no es darle una carta blanca para hacer lo contrario a lo que ha dicho que haría. Saldré porque necesito canalizar la frustración de que nos tomen por imbéciles. Saldré porque tengo derecho a hacerlo pese a los que cuestionen si somos demócratas o fascistas por no tragar con el relato impuesto desde el todo-vale-por-gobernar. La pregunta, insisto una vez más, es clara: ¿Habría votado usted lo mismo si supiese lo que se iba a pactar con los nacionalistas? Si la respuesta es no, demuéstrelo pacíficamente en las calles. Si la respuesta es sí, sólo puedo respetar su voto. Pero le pido que, al menos respete, que me indigne que nos mangoneen como si fueramos gilipollas.