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Las amigas del Rey Las amigas del Rey

Las amigas del Rey

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Javier Silvestre
Plaza de toros de Teruel. Los aficionados se preparan para disfrutar la tarde del cartel más codiciado de la Feria del Ángel. Roca Rey regresa a nuestra humilde ciudad por segundo año consecutivo. Muchos se pellizcan preguntándose cómo es posible tener al Messi del toreo tan cerca. Entre el público, dos chicas. Están nerviosas. Han perdido la cuenta de cuántas veces lo han visto enfrentarse a un morlaco.

Recuerdan aquella primera vez en que lo encontraron, como novillero, dando muestras de que en no demasiado tiempo, su carrera como torero haría honor a sus dos apellidos. Pocos, por no decir nadie, de las 6.500 personas que les acompañan en los tendidos saben su historia. Una historia que está estrechamente ligada a que Andrés Roca Rey tenga un especial vínculo con Teruel.

Raquel y Esther son hermanas. Se parecen mucho. Estas han sido semanas duras porque Esther vive en el edificio colindante al que se derrumbó en la calle de San Francisco. Aún con el miedo en el cuerpo y con una enorme preocupación por el peso que ejercen los escombros sobre su casa, la joven turolense tenía marcado en rojo este día en el calendario. Raquel también.

Los toros las han unido aún más como hermanas. Les han servido como salvavidas en un momento de la vida en que a una de ellas le habían robado el aire para respirar. Y este viernes repetían, juntas, el sueño de ver cómo Roca Rey pisaba el albero turolense. Su albero.

El año pasado, el peruano cumplió la palabra que les había dado a ellas años atrás y toreó en Teruel. El primer toro se lo brindó al eterno Víctor Barrio. El segundo a ellas, a Esther y Raquel. Y a sus padres. No podía ser de otra manera. Era el guiño del peruano a años de incondicionalidad, de cruzar el charco para verle torear, de fotos, charlas y cenas con el Rey y su cuadrilla.

Después de dos faenas con vuelta al ruedo de uno de los astados y cuatro orejas en las manos, la puerta grande de la plaza de Toros de Teruel se abre de par en par para Roca Rey. Todos miran al diestro mientras sale a hombros de la plaza. Nadie observa a Esther y Raquel, que aplauden emocionadas a su ídolo, pero esta vez en su casa.

Ya volverá el tiempo de preocuparse por los cimientos de los edificios y los cimientos del alma. Ahora sólo toca saborear la promesa del peruano, cuyo compromiso con Teruel va más allá de cumplir con un festejo más en una plaza de segunda. Y es de justicia agradecer como aficionados la discreción de las amigas del Rey. Va por vosotras.