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Lástima y admiración Lástima y admiración

Lástima y admiración

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Javier Silvestre

Ha dicho el presidente de Aragón, Javier Lambán, que la provincia de Teruel “ya no inspira lástima, sino admiración”. ¡Toma ya! Y se ha quedado tan ancho. Lo ha dicho durante el discurso del Día de San Jorge que celebramos hoy, pero que en nuestra ciudad se conmemoró políticamente este jueves. Yo llevo viviendo fuera de Teruel hace 25 años y le puedo decir al señor Lambán que jamás, nadie, ha sentido lástima por mi provincia. Tampoco admiración, para qué engañarnos.

Lo que sí han sentido es indignación y sorpresa. Indignación cuando, tras sacar a mucha gente de su ignorancia, les explicaba -y les sigo explicando- las graves carencias que tenemos los turolenses, que nos sentimos ciudadanos de segunda. Como mucho, lo que genera la provincia de Teruel es empatía… pero, ¿lástima?

Lástima se siente por aquél al que no puedes ayudar o, por algún motivo, no se deja ayudar. Lástima se siente cuando una cosa no tiene remedio. Lástima se siente de aquello que es débil y no puedes defender. Así que creo que el presidente de Aragón no ha podido elegir peor calificativo para referirse a nuestra provincia (aunque sea hablando de tiempos pasados). Porque, exactamente, ¿en qué momento la gente ha pasado de sentir “lástima” a sentir “admiración” por Teruel? Usted lleva en el cargo desde 2015. Entiendo que dábamos pena antes de que llegase usted al Gobierno y de repente, la percepción ha cambiado y todos quieren ser como nuestra "admirada" provincia.

Porque admiración se siente por aquellas personas extraordinarias a las que nos gustaría parecernos. Admiración tenemos ante una obra de arte o un paisaje de belleza sinigual. Admiración sentimos cuando vemos que alguien ha sabido superarse a sí mismo. Y si bien no dudo que muchos turistas quedan ensimismados por los encantos naturales, patrimoniales y personales de los turolenses… no sé si este embelesamiento es extrapolable a la gente que vive en Teruel y que, en definitiva, es la que puede votarle.

En nuestra provincia sentimos orgullo de lo que somos y no queremos que nadie nos compadezca. La lástima es que usted (y muchos de los que le preceden) hayan convertido nuestra tierra en un desfiladero de aerogeneradores, en un gigantesco huerto solar, en un páramo de facultativos y en un lugar donde los jóvenes se ven empujados a emigrar en busca de un futuro mejor. Tanta es la admiración hacia la gestión que se ha hecho con nuestra provincia que han conseguido que, por primera vez en la historia, una agrupación de electores haya obtenido representación en el Congreso y en el Senado.

Hablaba usted en su discurso del “indeleble carácter reivindicativo” que tiene el Día de San Jorge desde que, en los primeros años de Democracia, se celebraron movilizaciones para reclamar un Estatuto de Autonomía aragonés. Y ponía ejemplos de grandes mejoras para la provincia, como el aeropuerto industrial de Teruel. Yo le digo: ¡Faltaría más! En 45 años hemos conseguido en materia de servicios públicos una autovía que nos une con Zaragoza y Valencia... y para de contar.

Que hayamos perdido la conexión con la alta velocidad y aún estemos a la espera de recibir unos trenes de desecho procedentes de Galicia para no tardar más de tres horas en llegar a la plaza del Pilar sí que da lástima. Que en cuatro décadas hayamos perdido 32.000 habitantes (cada día, la provincia pierde 2 habitantes) sí que me da pena. Que los enfermos de cáncer tengan que hacer más de tres horas de coche para darse cada sesión de radioterapia sí que genera vergüenza ajena.

Lo que no acabo de entender es por qué no le produce a usted los mismos sentimientos… Será que aún está anonadado por todo lo que ha conseguido en los últimos ocho años para nuestra siempre admirable (que no admirada) provincia.