Síguenos
‘Lastimica’ de pared ‘Lastimica’ de pared
EFE/Toni Vilches

‘Lastimica’ de pared

banner click 244 banner 244
Javier Silvestre

“¿Y si probamos a escucharlos antes de juzgarlos?” Es la osada propuesta que me hace la Cadena Ser, a través de un mensaje en Twitter del programa A vivir. Consideran sus responsables que en un ejercicio de normalidad democrática tengo que escuchar a “la otra parte” de los disturbios violentos que se están produciendo en algunas ciudades de España bajo la excusa del encarcelamiento del mediocre rapero Hasél. 

Le doy al play y dos chicas catalanas justifican la violencia porque vivimos en “represión”, en un país sin “memoria histórica”, lleno de “policías violentos” que sólo protegen a “los fascistas y a los nazis” mientras ellas queman contenedores “porque no llevamos armaduras, como ellos, para defendernos”. Me gustaría reproducir frases textuales pero no quiero volver a escuchar esos cinco minutos de incoherencias mezcladas con ignorancia supina. Me niego a darles ni un click más a estas lumbreras y a sus blanqueadores mediáticos.

Piden libertad de expresión. Pero sólo si es la suya. Lo que pensemos el resto se la suda. Porque es cierto que no son libres y viven reprimidos: sin trabajo, sin estudios y sin futuro, gastándose el dinero de sus padres en litronas, porros y un Iphone 12. Luchan contra gigantes, pero como no han abierto un libro en su vida, no entienden que se estamparán contra molinos.

Son pocos pero les han hecho creer que no tienen nada que perder. ¡Qué poco han viajado por el mundo! Son simples marionetas del populismo parasitarias de nuestro estado de bienestar. Se dejan llevar por proclamas de unos cabecillas perfectamente organizados y creen que van a cambiar el mundo. Un mundo en el que, desgraciadamente, la moqueta y el coche oficial acaba doblegando la más férrea de las convicciones revolucionarias. 

Son la generación de “todos los derechos y ningún deber”: Su opinión es legítima pero atacarles es un acto de fascimo; su violencia siempre es sólo una respuesta a la violencia policial; reclaman un futuro que ni se molestan en buscar. Y mientras, el resto de la sociedad contemplamos atónitos cómo esta gente tiene barra libre de destrozos porque la factura la pagamos el resto. Dan ganas de bajar a la calle y ponerse a su altura democrática.

A mí me hierve la sangre. Lo confieso. Estuve con esta panda de imberbes mentales en los juzgados de plaza de Castilla este jueves y sólo por sacar la cámara ya tuvo que protegernos la Policía. Porque su democracia es una dictadura mucho más fascista que la que denuncian. Así que yo soy de los que cree que cuando tu exigencia de libertad pone en peligro la mía hay que actuar con contundencia. Mucha más de la que estamos viendo.

Lo dice alguien a quien le han pegado porrazos los antidisturbios en mitad de una manifestación en Barcelona pese a ir perfectamente identificado como prensa; alguien a quien le han tirado material pirotécnico a los pies cubriendo manifestaciones de trabajadores; un ciudadano que ha soportado insultos por hacer llegar las reivindicaciones de los otros olvidando las nuestras como periodistas; y una persona que asume que parte de sus impuestos vaya a subvencionar a toda esta turba de mantenidos por el Estado opresor.

Que nadie me pida que “escuche antes de juzgar”. La democracia en la que yo creo, pese a todos sus grandes defectos, me impide salir hoy a la calle a plantar cara a esta gentuza (que es lo que me pide el cuerpo). Como dice alguien a quien quiero mucho cada vez que pasa un macarra en moto, sin casco, a toda velocidad y haciendo un ruido insoportable: “¡Lastimica de pared!”. Pues eso. Lastimica de pared.