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No doy crédito No doy crédito

No doy crédito

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Javier Silvestre

Esta semana necesitaría tres columnas de opinión para expresar todo lo que me pasa por la cabeza. Como es imposible, intentaré compactarlo en tres bloques.

I. No doy crédito a la corriente de odio que se ha generado tras el derrumbe de la calle San Francisco. Que ciertos técnicos del Ayuntamiento no hacen bien su trabajo desde hace años es más que evidente. Que la nula empatía de ciertos concejales con los que lo han perdido todo es para reflexionar sobre su continuidad en el consistorio, es necesario. Que la alcaldesa, al menos, no se ha escondido y ha dado la cara ante vecinos y medios es incuestionable. Que habrá que esperar meses para saber de quién es la culpa de este desastre ya lo podemos ir asumiendo todos.

Ayudar a estas familias es lo primordial ahora. Pero ni es fácil, ni es algo instantáneo. Las administraciones no pueden sacarse pisos de la chistera. Los bancos ya han congelado los créditos hipotecarios, pero ahora deberían condonarlos. La constructora del edificio y el seguro de la comunidad de propietarios no deberían irse de rositas si se demuestra que el fallo era estructural. El Ayuntamiento tiene la obligación de solucionar las filtraciones en el resto de fincas de la calle para que sus vecinos puedan conciliar el sueño sin ansiolíticos.

No engañemos a la población con promesas imposibles y utilicemos esto como arma arrojadiza. El mal ya está hecho. Aprendamos y tomemos medidas desde ya mismo para que no vuelva a ocurrir algo semejante. Porque los milagros sólo pasan de vez en cuando y hoy podría estar escribiendo perfectamente sobre la muerte de 50 personas.

Es un tema demasiado serio para el revanchismo político y personal. Investiguen, aclaren, señalen y depuren. Esta tragedia no caerá en el olvido (como ha pasado con la caída del Torico) porque hay 21 familias que nos lo recordarán a diario. Es ahora cuando se demuestra si se está a la altura del cargo (se esté en el lado que se esté y en la administración que sea).

II. No doy crédito a que absolutamente ninguna columna de opinión de este diario se haya pronunciado sobre el hundimiento de la calle San Francisco. Más allá de cartas al director y opiniones políticas pedidas ad-hoc, no llego a entender qué hacemos divagando sobre el olor de las nubes cuando ocurre algo de semejante importancia a nuestro lado. Opinar en un medio de comunicación es un acto de responsabilidad personal y profesional… es también un acto de valentía. Suelen lloverte las críticas y también los elogios. Es una herramienta poderosa que agradece el lector ávido de nuevos puntos de vista, aunque no siempre sean de su agrado. No la desaprovechemos. Hay que mojarse, al menos en situaciones excepcionales como esta. Si no, ¿de qué sirve nuestra opinión? ¿es para demostrar lo eruditos que somos en todología? ¿o es para que nos den palmaditas en la espalda?

III. Y no doy crédito a la columna de opinión titulada “¿Vais a pedir perdón?” publicada este jueves por Javier Hernández-Gracia. Exigía a políticos, árbitros, periodistas y humanidad en general que se disculpasen con Carlos Aranda por no haber respetado su presunción de inocencia. El autor de esta columna transcribe (ahora) un mensaje de WhatsApp que envió al ex concejal de Ciudadanos el pasado 20 de febrero mostrándole su apoyo incondicional. Me sorprende que en su columna del 23 de febrero prefiriese hablar de Rozalén y de los reyes en el “Piganatelli” que defender a su amigo públicamente si tan clara tenía su inocencia. Lo de apuntarse el tanto a posteriori está muy manoseado.