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Pesadilla en la Vaquilla Pesadilla en la Vaquilla

Pesadilla en la Vaquilla

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Javier Silvestre

La faena que un hostelero les jugó esta Vaquilla a las peñas El Disfrute y El Despiste pasará a la historia. Más allá de las acciones legales que se emprenderán contra un empresario que desde el sábado dejó sin cena a más de 1.200 personas, teniendo aún todas las fiestas por delante, quiero destacar el ejemplo de comportamiento que tuvieron el resto de peñas para con los afectados.

Quitado algún niñato, ejemplar fue cómo reaccionaron los damnificados. Y es encomiable la entrega de las directivas de ambas peñas que vieron cómo un mal profesional les arruinaba las fiestas. Poco se les agradece a los que se ponen al frente de semejantes embolados de forma voluntaria cada año…

Cuando en mi peña supimos del dramón de nuestros amigos y hermanos no hubo duda: ¿qué necesitan? ¿Qué les podemos dar? ¿Hay forma de ofrecerles algo? Ahí es cuando uno se sentía vaquillero de verdad, cuando el problema de El Disfrute y El Despiste era, indirectamente, también el nuestro.

Me consta que Interpeñas actuó rápidamente, al igual que otros hosteleros que movieron sus hilos para que esas 1.200 personas tuviesen algo que llevarse a la boca el domingo y el lunes de la Vaquilla. También viví momentos de solidaridad emocionantes, como cuando alguna peña cercana compartió sus judías con morro o las bandejas de embutido reservadas para otros menesteres.

Al final lo más bonito de Teruel y de ser peñista es esa hermandad que se crea entre todos y cada uno de nosotros. Porque es fácil ponerse en el papel de esas directivas que ven cómo la fiesta que llevan preparando con tanto esfuerzo durante un año se viene abajo con excusas cutres de un hostelero al que le venía grande el encargo.

De lo peor sale lo mejor en la vida. Y de esta pesadilla también salió algo bonito y que representa lo que es el verdadero espíritu vaquillero. Ahora toca depurar responsabilidades y aprender de los errores cometidos; toca priorizar la seguridad por encima del precio y toca dar las gracias a absolutamente todos los peñistas que no dudaron en compartir su plato con los afectados.

En un futuro pueden pasar muchas otras cosas pero siempre tendremos la certeza de que las peñas son algo más que carpas, charangas, barras y discomóviles. El año que viene luciremos la casaca llena de escudos aún con más orgullo. Porque debajo de las toneladas de suciedad que durante estos días vamos esquivando hay algo puro y resplandeciente. Esa otra vaquilla que se siente, se comparte y se disfruta desde las raíces. Esa otra vaquilla que añade un motivo más (quizás el más importante) para que las nuestras sean las mejores fiestas del mundo.