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¿Rousseau o Hobbes? ¿Rousseau o Hobbes?

¿Rousseau o Hobbes?

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Javier Silvestre

Me gustaría ver en nuestro tiempo un debate entre Rousseau y Hobbes. Cara a cara. En prime time. Sin moderadores. Donde cada uno de ellos defendiese sus postulados sobre si el ser humano es bueno por naturaleza y la sociedad le convierte en lo que es; o si por el contrario, somos simples animales domesticados a base de leyes. Quizás el debate acabaría en tablas porque, a día de hoy, ninguno de los dos sería capaz de sostener sus argumentos viendo cómo está el patio.

Y es que llevo días intentando entender por qué somos, otra vez, los que peor lo estamos haciendo. He tenido tiempo de hablar con gente que ha viajado al extrajero y que me cuenta que más allá de los Pirineos hay muchas menos mascarillas, se dan abrazos y viven en relativa calma. He revisado decenas de estadísticas comparativas para intentar encontrar algún dato que desmienta lo que es una evidencia. Y cuanto más indago, más me deprimo.

Me cuentan amigos médicos que les han prohibido irse ya de vacaciones, que tienen plantas reservadas para la que se avecina y que incluso nos hemos quedado sin reactivos en varios grandes hospitales de Madrid, Valencia y Salamanca. Es decir, que retrocedemos al pasado y nos espera un otoño similar, sanitariamente hablando, a la peor primavera de nuestras vidas.

No soy de los que culpan a la sociedad de todo lo que nos ocurre. Creo en el individuo, en la responsabilidad personal de cada uno y en su madurez. Pero me está costando mantenerme firme frente a las evidencias constantes que apuntan en dirección contraria. Porque hay momentos en que Hobbes se mete en mi cabeza y me recuerda lo animales que somos. 

Es el caso de los que se han ido de vacaciones, han notado que tenían síntomas y lo han ocultado hasta volver a casa para no perder sus valiosos días de descanso. También cuando me han mandado vídeos de fiestas privadas, en zonas de costa, donde decenas de jóvenes -y no tan jóvenes- se reían del bicho y que ahora han dado positivo. Cómo no, los que se han saltado la cuarentena por ir al súper, porque les obligan sus jefes o por echar un polvo. 

Es entonces cuando Rousseau desaloja a su oponente de mi mente y me dice que todos necesitamos un respiro. Que es ciertamente humano intentar desconectar durante unos días de verano después de los tres meses de encierro. Y más aún sabiendo que el otoño será otra vez incierto. Y señala a los que nos gobiernan, luciendo moreno y poniéndose a trabajar a toro pasado. Me recuerda que la mayoría hacemos lo correcto, cumplimos con las normas, y que sólo las buenas acciones individuales nos ayudarán a salir de esta.

Y yo siempre he sido más del filósofo suizo que de su colega inglés. Pero admito que en este cara a cara no sabría de qué lado ponerme. Porque la paciencia de los hombres buenos tiene un límite. Me resisto a pensar que somos una sociedad del sálvese quien pueda. Al menos yo no lo vivo así... pero veo tantas evidencias a diario que me flaquean las fuerzas. Quizás es porque hay tantas sociedades como grupos de individuos y acabamos relacionándonos sólo con aquellos con los que compartimos ciertos valores.

¡Malditos Rousseau y Hobbes! ¡Qué fácil fue teorizar en un mundo sin globalizar! ¡Qué sencillo tener la razón sin miles de contraargumentos en tiempo real! ¡Cómo me gustaría saber qué pensaríais ahora del ser humano! Al menos mi cuarentena me está sirviendo para aprender un poco de filosofía, que no es poco.