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Vaquillera hasta la médula Vaquillera hasta la médula

Vaquillera hasta la médula

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Elena Gómez

Había una canción de Mecano que hablaba de la fiesta de fin de año en Madrid, y que decía algo así: “Entre gritos y pitos, los españolitos hacemos por una vez algo a la vez”. Estaría bien trasladar esta letra a los turolenses y a nuestras queridas fiestas.

Y es que hay algo que me gusta mucho de La Vaquilla. En estos días ningún turolense que se precie habla de otra cosa: nuestros planes, si somos de peña, si es mejor el sábado por la noche o el lunes por la mañana…

Son ya 40 vaquillas las que llevo a mis espaldas y solo me pesan las tres que no he podido estar. Acumulo grandes momentos de música, amistad, viandas y bailes. Da igual al momento de mi vida al que me traslade con la memoria, lo pasé igual de bien siendo niña, adolescente, joven o adulta. Además, soy peñista desde los 15 años ya que pienso que no existe mejor motor para esta celebración tan especial. 

Sé que no estoy añadiendo nada nuevo al sentimiento de muchos. Pero hay algunas cosas que se viven de forma diferente desde una silla de ruedas. Y a eso es a lo que me refiero.

Es fascinante poder deambular por las calles de Teruel sin obstáculos como aceras o coches mal aparcados. Es verdad que puede parecer complicado adentrarse en la marabunta con un vehículo de semejante calibre. 

Pero de todos es sabido que si hay algo que caracteriza a La Vaquilla es la solidaridad, y me resulta casi imposible recordar un momento en el que la gente no haya sido amable y considerada con mi situación.

Por otro lado, no hay momento ni lugar en el mundo en el que todos nos sintamos más iguales entre nosotros. A veces incluso he sentido que mis piernas volvían a funcionar… en vaquillas bailo, charangueo, me disfrazo, bebo, como y hago las mismas tonterías que cualquiera.

No hay nada como La Vaquilla. Mientras mi pertrechado cuerpo me lo permita, seguiré soltando alguna lagrimilla cuando vea al Torico con su pañuelo rojo.