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Elena Gómez

Hay momentos en que esto me puede… Me cuesta mucho seguir el ritmo de quienes han convertido cada conversación, cada decisión y cada bostezo en un acto político.

No sé en qué momento empezamos a hablar más de política que de cualquier otra cosa. No sé en qué momento dejé de poder decir que no estoy de acuerdo con algo sin que me etiqueten, sin que me asignen bando, sin que me empujen —aunque yo no quiera— a una trinchera que no elegí.

Estoy harta. No de la política, porque sé que es necesaria, sino de los que hacen de ella su única forma de ver el mundo. Esos que no saben conversar sin convertirlo todo en una batalla ideológica. Que piensan en todo momento que estamos con ellos o en su contra, sin término medio. Como si la vida cupiera en esa dicotomía tan pobre.

Aborrezco a quienes han hecho del discurso político su rutina diaria, su forma de validar cada gesto, cada opinión. Porque no se trata de pensar, sino de repetir, de alinearse —o alienarse—, de señalar al que discrepa. Y así, todo se contamina: el arte, el deporte, la educación, incluso las conversaciones más íntimas.

Ya no se puede opinar sin que te pase factura. No se puede cambiar de parecer sin ser acusado de traición ideológica. Me niego a vivir con miedo de opinar por temor a ser "cancelada" por un bando o el otro. Me niego a ver la realidad a través de la lente deformada de quienes solo saben gritar consignas.

Es insano vivir la política como si fuera una religión excluyente, un equipo de fútbol fanatizado o una guerra santa permanente. No todo es político, aunque quieran convencernos de lo contrario. Hay matices. Hay contradicciones. Hay humanidad, si nos damos permiso de dejar el discurso por un rato.

No quiero ser parte de sus cruzadas. No me hablen como si el mundo dependiera de un tuit o de un hashtag. No me miren con desprecio porque no levanto su pancarta. Yo también pienso, yo también siento. Pero lo hago desde otro lugar. Desde el cansancio, sí. Pero también desde la esperanza de que algún día volvamos a hablar como personas, no como soldados.