

La historia tuvo todos los tintes para convertirse en un fenómeno viral, de esos que corren como la pólvora ahora en los chats de whatsapp, en las redes sociales y se convierten en carne de memes. Pero en aquel verano de 1987, justo hace treinta años, la historia de la fuga juntos por amor de María Dolores y Jerónimo, la diputada y el cura, se propagó por los cauces de entonces, los periódicos, radios y televisiones de toda España que encontraron en aquel final de verano un culebrón que se alargaría en el tiempo.
El escándalo estalló primero en las calles y plazas de Calamocha y Báguena, donde vivían ambos, antes que en los medios de comunicación, porque la historia era tan surrealista que de entrada no se vincularon ambas desapariciones. La historia aparecía por primera vez en este periódico el 1 de septiembre de 1987, en una columna en portada donde se recogía Sin confirmar la desaparición de la diputada María Dolores Serrano, después de que el periódico El Día publicara la noticia el domingo anterior. DIARIO DE TERUEL recogía en aquella primera información que en el cuartel de Calamocha no había ninguna denuncia de desaparición y que habían intentado ponerse en contacto con el marido de la diputada, Dámaso Paricio, pero no había sido posible al parecer debido a una avería del receptor.
[gallery link="file" ids="88812,88813,88814"]Decía también el periódico que se habían enterado de la desaparición por la prensa y se pronunciaban con cautela, como casi todos aquellos días, puesto que en aquella primera noticia ni siquiera se recogía la desaparición del cura.
Días después, el 4 de septiembre, este diario daba la información a toda página con el titular La diputada socialista María Dolores Serrano se encuentra en Madrid decidiendo su futuro. En esa misma página recogían las declaraciones de su marido durante dos décadas, que desmentía haber presentado una denuncia por abandono del hogar: Ojalá tuviese alguna noticia de ella decía al tiempo que desmentía que su mujer le hubiese dejado una carta en la que le explicaba su decisión y le transmitía sus participaciones en los negocios familiares.
Ya entonces se mostraba molesto con el revuelo mediático, algo de lo que no podría escapar en los siguientes días, sobre todo porque su mujer no abandonaba el acta de diputada regional, algo que complicaba el asunto más allá de la puramente personal y el morbo de la historia.
El artículo entonces ya decía que, según el reglamento, su sustitución solo era posible si presentaba una renuncia expresa al cargo, para entonces pasar a ocupar su cargo el siguiente en la lista.
En aquel artículo se citaba por primera vez al cura en la historia: Por otra parte, se da la circunstancia de que Jerónimo Carela Plou, párroco de la localidad de Báguena (Teruel), situada a pocos kilómetros de Calamocha por la carretera nacional 234, desapareció el mismo día que la diputada regional. Algunos medios sostienen que el párroco se puso recientemente en contacto con una hermana residente en la localidad, también turolense, de Plou, y le comunicó su intención, “muy meditada” de “cambiar de vida”.
Pasarían varios días hasta que el periódico volviera a recoger el caso con el titular Sin noticias de la diputada María Dolores Serrano, al menos en el grupo socialista en las Cortes de Aragón, donde Serrano era la única mujer diputada y una pieza importante en el delicado equilibrio político de entonces. No acudió a aquel primer pleno y en las filas socialistas la cautela empezó a dejar paso al descontento público: Esta circunstancia en un pleno como el celebrado hoy (ayer para los lectores) sin mucha importancia se puede aguantar pero no más adelante en el que necesitaremos todos los votos explicaba a DIARIO DE TERUEL el diputado socialista Ramón Tejedor.
Además, en aquella información del 1 de octubre de 1987 el periódico se hacía eco de la única conversación hasta entonces, al menos conocida, de la diputada con su grupo político tras la desaparición; dijo que se encontraba en Madrid y negó que su “fuga” estuviera vinculada con el cura párroco de Báguena.
Pero el tiempo confirmó la historia y poco a poco se fueron desvelando detalles, como que ambos amantes, primos lejanos, ya habían sido novios de juventud y que, tras años separados, se habían reencontrado y se había avivado aquella llama de amor.
Una historia increíble
El escritor Luis Alegre, natural de Lechago, conocía a Dolores Serrano y su marido porque eran amigos de su familia y con ellos compartía fiestas y reuniones familiares. Así lo cuenta en un artículo en el que rememora la historia de amor y la periodística. Cuenta Alegre que el marido, tras conocer la fuga, se había ido con el coche a la puerta de la casa del párroco, confiando en verlos aparecer pero la pareja había huido horas antes con un taxi. El cura había faltado a su cita el domingo 23 de agosto en la misa central de las fiestas de su parroquia, en Báguena y la diputada a una reunión del PSOE pero tardaron un tiempo en relacionar ambas desapariciones, como recuerda el propio Alegre. “La gente no daba crédito. La cosa tenía su aquel: un cura rural y una roja, amantes furtivos, se habían dado a la fuga. Y, encima, eran primos. Y encima, la roja era una mujer casada” recuerda el escritor.
La historia pilló con el pie cambiado al marido, Dámaso, de Villarquemado, con el que Dolores, natural de Huesa del Común, había llegado a Calamcoha en los años setenta. “Allí montaron una pequeña tienda y luego abrieron el Pub Calamocha. Ese verano del 87 habían reconvertido el bar El Chato en el restaurante Zeus” y dice Alegre que en aquel bar conoció Dámaso a Jerónimo pero que en ningún momento “barruntó que en esa relación había gato encerrado”.
Rememora Alegre que la noche del 22 de agosto “Dámaso, Dolores y Jerónimo coincidieron en un festejo en Calamocha. Jerónimo cantaba jotas mientras le pasaba el brazo por el hombro a Dolores”.
El escritor relata que la fuga dejó además al marido sin la caja del restaurante de aquellas fiestas, con la que había huido Dolores, y con deudas que los proveedores, tras estallar el escándalo, se saldaron entrando al restaurante a coger lo que les pareció.
Alegre confirma que Dolores escribió dos cartas antes de irse, una a su marido y otra a una amiga, explicando las razones de su fuga.
La pareja supo esconderse muy bien y nada se supo de ellos hasta dos años después, cuando la periodista Margarita Barbachano los localizó en Barcelona y consiguió hacerles una entrevista que publicaría en el lanzamiento de la edición de Aragón de Diario 16. La periodista relataba no hace mucho en una entrevista concedida a la Cadena Ser cómo fue el detalle de aquella entrevista, recordando que ambos eran desconfiados y temorosos.
Barbachano localizó a la pareja a través de él, que trabajaba como conserje en un colegio de los Jesuitas y de ella averiguó que había trabajado de limpiadora en TV3. La periodista entró en el pequeño despacho del párroco y tras presentarse como tal, Jerónimo le echó, pero ella le dejó el contacto de su pensión y el cura la llamó cuatro días después. Se citaron en una plaza en la que él le dijo que María Dolores no estaba convencida de conceder la entrevista, y entonces la periodista le ofreció el trato de no publicar su paradero y la información que tenían sobre ellos a cambio de esa entrevista, con las condiciones que ellos pusieran.
Así fue, y la entrevista se produjo con las condiciones de que no hubiera preguntas personales y no saliera publicado el paradero, y en ella María Dolores se comprometió a devolver el acta de diputada como hizo entonces.
Años después, Barbachano se basaría en esta historia para escribir su novela La Dama rosa, en 1998, que tuvo hasta un proyecto para llevarla al cine de la mano de Juan Luis Galiardo y Rafael Azcona que al final no fructificó. Una lástima porque la historia tenía todos los ingredientes para ser un éxito. Según cuenta Alegre, Dámaso murió hace unos años tras pasar el resto de su vida lejos de Calamocha, trabajando de camarero en localidades como Luceni o Villanueva de Gállego, en Zaragoza. El párroco falleció el pasado año, acompañado de María Dolores, que ahora vive en un pequeño pueblo aragonés, protegida por el anonimato que siempre buscaron.