

Ya han comenzado las fiestas de Teruel, las famosas Fiestas del Ángel. Me pregunto qué hubiera pasado si Ernest Hemingway hubiera venido a Teruel en vez de quedarse en Pamplona, y si no hubiera escrito Fiesta y sí Vaquilla. ¡Uf!, se me dispara la imaginación. Ya de par de mañana estoy soñando.
He vivido durante más de treinta años en Pamplona, y treinta han sido mis Sanfermines en la capital del Reyno. Eso sí, trabajando durante esos días, intentando cumplir con mis obligaciones profesionales y laborales. Sin embargo también había tiempo para quedar con amigos y compañeros que venían de San Sebastián, Bilbao o del extranjero, y comíamos en algún restaurante de Pamplona o alrededores. Por la noche me gustaba disfrutar de la conversación con algún amigo mientras tomábamos un helado y contemplábamos los fuegos artificiales desde alguna terraza o desde la Vuelta del Castillo. Más fiesta era incompatible con el trabajo del día siguiente.
Buena parte del éxito de la internacionalización de los Sanfermines es gracias a Hemingway. Su novela Fiesta transmite el carácter de lo hispano, del valor de la amistad, de un pueblo en apariencia primitivo y embrutecido, pero también sensible y humilde, sin olvidar la gallardía y la hombría de sus gentes. Muchos de Pamplona echan pestes de este escritor que obtuvo el Premio Pulitzer en 1953 y el Nobel de Literatura de 1954 por su dominio del arte de la narrativa. No tienen más que recordar El viejo y el mar, y si no lo recuerdan por no haberlo leído, les sugiero que aprovechen este tiempo de verano para hacerlo, seguro que disfrutarán de su lectura, y más si están de vacaciones en la playa.
Decía que muchos de Pamplona abominan de este magnífico escritor, soñando unos Sanfermines más domésticos, para los de Pamplona, Navarra y vecinos colindantes. Pero no para estadounidenses, franceses, ingleses y resto de peña que busca tener un subidón de adrenalina, una experiencia límite corriendo por la calle Santo Domingo o Estafeta delante de unos bichos con cuernos. Algunos de estos ignorantes, no saben distinguir entre Mickey Mouse y un Miura o un Domecq. Muchos de ellos son buscadores de experiencias límite, intentando saciar sus vidas monótonas y aburridas, o sanar sus corazones heridos o magullados por historias personales que no se pueden hacer públicas.
Comentaba al principio que menos mal que Hemingway no vino a Teruel. Si hubiera venido estoy convencido de que hubiera escrito Vaquilla, una historia de amor en la Ciudad del Amor, en la que la nobleza de sus gentes se compagina con la alegría, la amistad y la generosidad. El compañerismo con la lealtad, con el compromiso y la fidelidad a la palabra dada
Así que antes de que llegue un americano a escribir Vaquilla, lanzo un reto a nuestros grandes escritores, bien conocedores de nuestra historia y carácter, para que escriban sobre las Fiestas del Ángel. Pienso en Javier Sierra, Fabiola Hernández, Almudena Monferrer, Javier Casino, y por qué no Sebastián Roa, Carmen Prado, Lucía Roy, Jesús Cuesta, Cristina Giménez y Álvaro Narro. Y si no se anima ninguno, transfiero al Ayuntamiento de Teruel la idea de un concurso de novela que trate sobre nuestras fiestas, invitando a los participantes a que se centren en los valores positivos, es decir, en el sentido del amor, de la amistad, del compañerismo, del compartir y en definitiva, del vivir y disfrutar de las fiestas en un ambiente de camaradería.
La literatura puede cambiar el destino de una fiesta y de una ciudad. Quizá aún no haya llegado el Hemingway de la Vaquilla, pero Teruel tiene talento y motivos de sobra para inspirar una gran novela. Mientras tanto, las Fiestas del Ángel siguen siendo un tesoro por descubrir, esperando a que alguien las cuente.