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Hybris Hybris
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Asunción Vicente

Se ha hecho la luz y la zozobra del gran apagón comienza a diluirse. Como la pandemia vino a demostrar, al considerar al hombre como la medida de todas las cosas, este mundo que vivimos está tan seguro de sí mismo que no admite fallos y pretende controlarlo todo, por tanto, no deja de ser un mundo utópico. Nadie podía imaginar al sobrevenir la pandemia que un virus descontrolado, pudiera cambiar la forma de vivir y de relacionarnos entre nosotros. Sabíamos que cabría alguna posibilidad remota, pero nunca creímos que fuera a producirse; ahí estaba la ciencia trabajando, con todos sus increíbles avances, ella sería la que actuaría de inmediato como cortafuegos.

Fue un tiempo en el que vivimos sin abrazos, sin besos, sin rozarnos apenas, encerrados en una existencia triste e incolora, pero pudimos comprobar que la naturaleza es muy superior a nosotros y de vez en cuando nos lo muestra con toda su crudeza.

La oscuridad ha llegado tras un apagón histórico que nos ha sumido en las tinieblas en un segundo. Bastó un instante para que con total estupefacción asistiéramos al colapso de todos nuestros hilos invisibles, los que nos tienen interconectados día y noche sin tregua. Con toda nuestra actividad atada a un dispositivo electrónico la sensación de vulnerabilidad es extrema. No lo habíamos pensado, la confianza en la tecnología es tan grande y ciega que ni siquiera pensamos que todo depende de la energía.

Clausius, Lord Kelvin y Julius Von Mayer, investigaron sobre la conservación de la energía y por sus estudios se enunció la primera ley de la termodinámica afirmando, que la energía ni se crea ni se destruye, sino que se trasforma, la energía total del universo se mantiene constante, una teoría en principio muy incomprendida por otros científicos del siglo XIX y que fue desarrollada con posterioridad por Joule y Helmholtz. Así pues, las diferentes energías de la naturaleza interactúan entre sí para lograr una situación de equilibrio. No soy experta en ingeniería, ni en otras muchas cosas, para opinar a la ligera qué causó este apagón, si el fallo fue técnico, humano o cibernético, pero creo firmemente que ese equilibrio que es la base de la termodinámica saltó por los aires. Fui de los afortunados que estaban en casa, leyendo tranquilamente y no sufrí mas que unas horas de incomodidad y preocupación por lo ocurrido. No así los millares de personas varadas en trenes, carreteras, atrapadas en ascensores, con consultas e intervenciones quirúrgicas suspendidas; imagino la sensación de miedo en residencias de ancianos o de los enfermos conectados a respiradores u otros aparatos clínicos necesarios para mantenerse con vida y que se encontraban en sus casas, sería terrible la ansiedad que se apoderaría de ellos, mientras pasaban las horas sin saber qué podían hacer. Por otra parte, causa asombro conocer que hay jóvenes que no sabían cómo llegar a sus destinos porque no contaban con el GPS de su móvil, ¿hasta ese punto hemos llegado a perder el sentido de la orientación? Tampoco se podían realizar pagos con tarjetas de crédito y empezamos a echar de menos el dinero de siempre, sin olvidar el problema que plantean las puertas y ventanas electrónicas controladas desde el teléfono móvil y un sinfín de situaciones domésticas de la vida diaria… ¿hasta ese punto dependemos en todo de mega ordenadores, grandes consumidores de energía por otra parte, que rigen toda nuestra vida, una vida que vivimos a golpe de clic?

Creo que hay que valorar al ser humano en el mundo que le ha tocado vivir y si este momento es digital, hay que aprender a vivir en él, pero siendo conscientes del lugar que ocupamos en el cosmos, conociendo sus límites, con prudencia y autocritica.

Creemos que nada puede con este nuevo estilo de vida, que todo lo conocemos, que nada puede pararnos, la inteligencia artificial está entrando en todas las disciplinas y en nuestras casas, cada vez pensamos menos, cada vez resolvemos menos por nosotros mismos, cualquier consulta es inmediata sin el más mínimo esfuerzo, empezamos a creer todo sin contrastar, sin formarnos un criterio propio y eso intuyo, es un terreno peligroso.

Con un dispositivo y una buena conexión nos sentimos dioses. Pero no, los humanos cometemos de nuevo, pecado de hybris como lo denominaban los antiguos griegos, que equivale a desmesura, orgullo, arrogancia, soberbia, un sentimiento desequilibrado e incontrolado. En ese mundo antiguo y lejano, era el principal pecado del hombre y merecía un justo castigo, su opuesto, es la moderación, la medida de todas las cosas, ser conscientes de nuestro tiempo y del lugar del ser humano en el universo.

Los dioses castigaban la hybris con la némesis, que tenía como efecto devolver al hombre a sus límites, a su equilibrio. No son dioses los que nos castigan, ahora son las máquinas quienes manejan toda nuestra vida, sería inteligente por nuestra parte manejarla nosotros con su ayuda y no al revés.

Uno de los bellos mensajes que nos dejó el oráculo de Delfos creo que sigue teniendo valor en nuestros días:

En ti se halla oculto el tesoro de los tesoros, hombre conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los dioses.