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No son tontos No son tontos

No son tontos

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Las palabras importan, vaya que si importan. Desde este jueves, la Constitución va a dejar de referirse a las personas con discapacidad como disminuidas. Ha costado, pero nunca es tarde si la dicha es buena.

Decía que las palabras importan porque el lenguaje, la forma en la que nos expresamos, contribuye a la inclusión, puede crear un mundo igualitario o todo lo contrario.

El gran revolcón al término discapacitado se lo dio Campeones, una película dirigida por Javier Fesser que consigue minimizar el binomio social capacitado-discapacitado y levanta una imagen de las personas con discapacidad muy alejada de la deficiencia.

El viernes, el día que se aprobó este cambio constitucional en el Congreso de los Diputados, pensé mucho en Vicky Bendito. Llevaba veinte años ejerciendo de periodista parlamentaria cuando impulsó una campaña con un lema: soy sorda, no disminuida. Dos meses después, su solicitud acumulaba 80.000 firmas y ella compareció en el Parlamento el 31 de octubre de 2018 para explicar por qué urgía renovar el artículo.

Cito textualmente las frases más impactantes de su discurso que guarda el Diario de Sesiones simplemente porque ella, la impulsora de este cambio histórico, lo explica mejor que nadie.

“Soy una persona sorda por el síndrome de Treacher Collins, con el que nací, pero no me ha impedido ser lo que soy hoy: autónoma e independiente. Me lo ha puesto más difícil, pero no me ha impedido desarrollarme como persona.

Nací en una época en la que las personas con discapacidad éramos consideradas  inválidas, deformes, anormales o deficientes. Imagino que cuando llegué al mundo mis padres no aplaudirían. Sin embargo, tuvieron muy claro que debían educarme para ser independiente, y lo han conseguido. Nunca me han gustado ni la compasión ni la caridad, que son muy distintas a la empatía y a ponerse en la piel del otro.

Cuando hace 25 años me dieron una beca para la agencia Servimedia, me pidieron el certificado de minusvalía, y me chocó un montón aquella palabra. ¿Menos válida que otras? Y contesté: Mira, yo lo que soy es sorda.

El activismo es algo que se ha ido gestando con el tiempo y se fue alimentando con cada rueda de prensa en la que tenía que localizar los altavoces, con aquellos gestos de compasión que nunca he pedido, con aquel ‘súbete el volumen del audífono’ y ese ‘es que no pareces sorda’ de quienes consideran que tratar con normalidad la discapacidad es tratarnos a las personas con discapacidad como si no la tuviéramos, cuando hay que hacer precisamente lo contrario: tenerla en cuenta.

Me invitan a participar en un vídeo conmemorativo por el Día de la Constitución, yo elegí el ya famoso artículo 49, y veo que habla de nosotros como disminuidos, que necesitamos tratamiento o rehabilitación. No me identificaba para nada con aquella redacción. No dudo de que ese artículo fue un hito muy importante en nuestra historia, eso no lo negaré jamás, pero ha quedado superado por nosotros mismos.

Aquella palabra se me quedó como una astilla bajo la piel. No presenté una iniciativa legislativa popular porque no se podía promover una reforma constitucional, así que me metí en Change.org, y se la remití al presidente de la Comisión Constitucional y al señor presidente de esta Comisión.

La palabra disminuido y el artículo 49 van en contra de lo que ha sido la vida de muchas personas con discapacidad que hemos sido preparadas y educadas para formar parte de la sociedad como ciudadanos de pleno derecho. Nosotros sí estamos preparados para contribuir —como contribuimos— a la sociedad.  

Suprimir la palabra disminuido y reformular el artículo 49 supone para las personas con discapacidad darnos el lugar que merecemos en la sociedad, un lugar que nadie nos ha regalado. Es un lugar que nos hemos ganado a pulso, señorías. Es una cuestión de dignidad”. Amén.